Una... peculiar reunión [Privado]

Era ya por el año 1540 y tanto cuando el pequeño Alejandro (nombre que le había dado el español después de que mamá Maya y papá Azteca tuvieron que irse) miraba impaciente la puerta de la mansión en la que vivía. Ese día, mamá Madrid lo visitaría puesto que papá España (como solía llamar al castaño, aunque este insistía en que le dijera "hermano") estaba en "una-misión-ultra-secreta-contra-el-cejón". Y para mejorar las cosas, ella vendría acompañada de... de...

Hizo un pequeño mohín al no poder recordar el nombre del que se supone vendría con mamá Isabel para enseñarle más cosas sobre la religión. Papá Antonio se había enojado mucho cuando descubrió que él seguía adorando a Huitzilopochtli y a Quetzalcóatl, y le dijo que aquello estaba mal. Que al único que debía de adorar era a Dios. Él no entendía muy bien eso, puesto que sus padres le habían dicho que si no veneraba a Huitzi y Quetzi (cómo él solía llamarlos), muchas desgracias ocurrirían y no habría nadie que evitara eso. Pero si papá España decía que eso estaba mal, le haría caso. No le gustaba ver al español enojado.

Se sentó en uno de esos enormes sillones que el español había llevado de su casa a la que ahora tenía el pequeño mexicano y con una sonrisa, esperó a que la española y su amigo llegasen de una buena vez para poder jugar un rato. Su casa era enorme y no le gustaba estar solo.

Miró hacía atrás viendo a su compañero algo emocionada.-¡Vamos! ¡Alex nos espera~! -le gritó para después correr hacía la casa de su pequeñín. Llevaba demasiado tiempo sin verlo y eso no era nada bueno. ¡La jefa debía de ver a menudo a sus pequeñínes! Aunque esta vez no estaba sola porque la acompañaba Vati-chanVaticano ya que Méxi-chan(?) seguía adorando a los dioses que sus padres le habían inculcado. ¡Pero ella no perdía la esperanza! Sabía que algún día sería un cristiano completo, ella también había sufrido un cambió de religión cuando tan sólo era una niña y si ella había podido, ¿por qué él no?

Estuvo apunto de estrellarse contra la puerta de lo mucho que corría por llegar hasta él lo antes posible pero por suerte logró abrir la puerta antes de estrellarse(?) y se lanzó a abrazar al pequeño al tiempo que restregaba su mejilla contra la de él.-¡Mi pequeño~! ¡Te extrañé mucho~!-gritó olvidándose completamente de su acompañante. Estaba demasiado concentrada dn el mexicano, es que era tan lindo y tan pequeño que le era imposible no abrazarlo.

Suspiró cansado ante la energía de la otra. Isabel siempre estaba de un lado a otro, con una enorme sonrisa en el rostro, sobre todo desde que habían obtenido todas esas colonias en el Nuevo Continente.

Únicamente había ido con ella porque España y su Santa Trinidad se lo habían pedido. Los indígenas necesitaban a alguien que les inculcara la fe católica, ¿y quién mejor que él para hacerlo? Siguió a la española hasta llegar a la enorme casa dónde habitaba su más grande colonia. Nueva España. Cuando entraron, observó como la morena se lanzaba contra el pequeño y comenzaba a llenarlo de besos y abrazos.

Lo miró fijamente, con su expresión seria y neutral, logrando intimidar un poco al pequeño novohispano. Era pequeño, de seguro le llegaba como a las rodillas o un poco más. Su piel era morena y su cabello castaño. Se parecía mucho a los españoles, a pesar de que su casa se encontraba a unos cuantos kilómetros de la casa de Nueva Inglaterra, la colonia de Arthur. Aquel niño era blanco y rubio, y sus ojos de un intenso color azul. Casi como si fuera un europeo en vez de un americano.

Aquello si era realmente curioso, se dijo.

Escuchó un extraño ruido a fuera, y se bajó rápidamente del sofá para encaminarse hacía la puerta. Fue una suerte que la abriera, ya que de lo contrario la española se habría estrellado contra esta. Antes de que pudiese reaccionar, ya se encontraba envuelto entre sus brazos.

- ¡Mamá~! - canturreó contento, correspondiendo el abrazo con fuerza. O bueno, con toda la fuerza que sus brazitos le permitían. Se encontraba tan feliz en ese momento, puesto que generalmente no veía a la española.

Su vista se posó en el "amigo" de la castaña, y al notar la mirada seria y penetrante, se echó a temblar. Aquel sujeto realmente daba miedo. ¿Cómo es que podía ser el amigo de mamá Madrid? Se aferró con fuerza a la ibérica y se ocultó un poco entre sus brazos, sin dejar de ver temeroso al otro.

- M-mami, ¿quién es él? - preguntó de manera inocente.

Sonrió un poco cuando lo vió esconderse en sus brazos. Lo abrazó con cuidado para cargarlo en sus brazos al tiempo que le hacía pequeñas caricias cariñosas. ¡Era tan tierno~!-Tranquilo~ no te va a hacer nada~ y si algo pasa aquí estoy yo para protegerte~-le dijo al pequeño en un intento de tranquilizarlo y con su voz más cariñosa.

Se acercó al mayor aún con el pequeño en brazos para así demostrarle que era buena gente.-Alex, él es Damian o mejor conocido como Ciudad del Vaticano y, como ya sabes Padre Damian, él es Alejandro o Nueva España.- sonrió satisfecha una vez los hubo presentado a ambos y esperó impacientemente la reacción de ambos. Sólo esperaba que se llevaran bien.

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siento el retraso