Mitternacht [Privado R+18]

No les costó mucho encontrar un hotel decente en el cual pasar la noche. Habían llegado relativamente mojados y congelados, puesto que en pleno camino, la lluvia había regresado con todas sus fuerzas. Tal pareciera que alguna fuerza sobrenatural los quería muertos... o con un catarro.

Ella fue la que pidió el cuarto. Uno con camas separadas para no tener... inconvenientes a plena noche. Sin embargo, la recepcionista le dijo que únicamente quedaba disponible la suit matrimonial. Estuvo a punto de comenzar a gritarle y exigirle una sencilla, pero el sueño podía más con ella (además de que se moría por tomar una buena ducha caliente), por lo que no le quedó de otra más que aceptar esa habitación y pagar por ella (el danés no tenía euros, y ese hotel sólo aceptaba esa moneda).

Una vez que los dos entraron a la habitación, ella se quedó sorprendida. El cuarto era relativamente grande, con su propio bar, su sala de televisión, el baño, un pequeño balcón y hasta el fondo, la amplia cama. Parecía más un departamento que una suit de hotel. Un leve sonrojo apareció en sus mejillas al notar que la decoración era digna para una pareja de recién casados, y por un momento, la imagen del danés cargándola en brazos y entrando a esa habitación cruzó por su cabeza...

Se abofeteó con fuerza.

- B-bien... - volteó a ver al danés, con el ceño ligeramente fruncido -. Tú dormirás en el sofá - le indicó.

Se sonrojó más al escucharle decir aquello. ¡¿Qué acaso el muy maldito idiota pensaba dormir en la misma cama que ella?! Ok, lo admitía, ya habían dormido juntos una vez, pero fue porque estaban ebrios, ¡y esto era completamente diferente!

- ¡E-era sólo porque t-tenía frío, tonto! - se excusó -. N-no pienso compartir cama c-contigo, aunque esta sea más g-grande que la de la Reina de Inglaterra - señaló al sofá - Tú dormirás allí y punto.

Y sin darle tiempo para responder, se encaminó hacia el baño, asegurándose de cerrar la puerta con seguro antes de comenzar a quitarse la ropa. Se miró al espejo una vez que quedó en ropa interior, notando que sus mejillas estaban más rojas de lo que nunca habían estado. Soltó un suspiro, frustrada, para luego voltear a ver su ropa mojada. No podría dormir con eso, y no había mudas de ropa en el hotel, así que sólo le quedaba la opción de dormir en ropa interior.

Una razón más para correr al danés de la cama.

Soltando otro suspiro, terminó de desnudarse, para luego meterse bajo el chorro de agua tibia, sintiendo como sus articulaciones se desentumían y el calor regresaba a su cuerpo.

Mientras que el chorro de agua seguía cayendo sobre ella, su mente comenzó a divagar en los recuerdos de lo ocurrido cerca del lago.

Realmente se había sentido muy bien entre los brazos del pelirrojo. No había tenido miedo alguno, y se había relajado como nunca en su vida. Se abrazó a sí misma, sintiéndose repentinamente extraña al no tener el cuerpo del danés cerca. ¿Acaso esto... significaba algo en especial? ¿Por qué ya no podía dejar de pensar en él? Desde que recordó lo del bar, su mente siempre se la había pasado ocupada con el recuerdo de aquellos besos. Sus mejillas se encendieron, y optó por salir de una vez del baño, tratando de pensar en otra cosa que no fuese el menor.

Se secó con una de las toallas que había en el baño, para luego ponerse su ropa interior. Exprimió su ropa mojada en el lavado y la sacudió un poco, para luego tenderla en uno de los tubos que había allí. Se cubrió el cuerpo con la toalla, y lentamente abrió la puerta, sacando su cabeza para comprobar si el danés estaba por allí. Al no verlo por allí cerca, salió apresurada del baño, lanzando la toalla por allí y metiéndose rápidamente bajo las sábanas de la cama.

Su corazón latía con fuerza contra su pecho, y sentía los nervios a flor de piel. ¡¿Qué demonios le estaba pasando?!

Tenía los ojos cerrados, tratando de dormir, cuando de pronto, sintió la presencia del danés cerca de ella. Lo fulminó con la mirada, más cuando él se metió dentro de las sábanas a pesar de sus quejas. Nerviosa, y completamente sonrojada, se alejó hasta estar en el otro extremo. Era realmente incómodo estar en ropa interior y con el danés cerca...

- P-pudiste ha-haberte llevado una sábana, tonto... - balbuceó, ocultando su cabeza bajo las sábanas, no queriendo que el otro viese su sonrojo.

Volvió a cerrar los ojos, queriendo que el sueño volviese a acudir a ella. Sin embargo, este parecía haberle abandonado, y lo maldijo por eso. No entendía porque estaba tan nerviosa, si ya había estado así con el danés cuando traía su traje de baño. Quiso golpearse la cabeza contra la pared, queriendo quitarse esos pensamientos nada puros de la cabeza.

Maldito sueño, maldita lluvia, maldito francés, maldito papeleo, maldito danés... maldecía a todos los que podía, mientras que los truenos y los relámpagos que se escuchaban y veían a través del enorme ventanal que daba hacia el balcón le hacían temblar y pegar brinquitos por el miedo.

Maldijo nuevamente el hecho de que la lluvia le hiciera revivir recuerdos que ella había mantenido encerrados en su mente desde que era una niña. Un sonoro estruendo, producto de otro relámpago, hizo que volviese a soltar un grito de terror, y que se lanzara (literalmente) hacia el danés para aferrarse a él con fuerza.

No dejaba de temblar, y el miedo hizo que un par de lágrimas escaparan de sus ojos.

No pudo evitar pensar en su hermana cuando el danés comenzó a decirle esas cosas. Ella siempre la recibía en su cama cuando una tormenta azotaba su casa, y siempre la calmaba y le contaba sus viejas historias de guerras para hacerle olvidar el miedo. Sorbió un poco con la nariz, tratando de calmar sus sollozos, para luego restregar su cara de manera inconsciente contra el pecho del danés, en busca de más palabras dulces como aquellas.

Claro está, ignoraba por completo el hecho de que los dos estuviesen en ropa interior, y que el otro ya se hubiese dado cuenta de ello. Seguía tan asustada como para ponerse a ver ese tipo de cosas o como para regañar y gritarle al otro. Poco a poco dejó de temblar, sintiéndose nuevamente segura allí, junto al pelirrojo. Cerró los ojos, tranquila, y con el corazón palpitándole con fuerza contra el pecho.

Tan relajada estaba, que ni notó el cambio radical de las caricias. O bueno, ella no, pero su cuerpo sí. Sus mejillas comenzaron a sonrojarse más de la cuenta, mientras que sus vellos se erizaban allí dónde el danés pasaba su mano. Sin darse cuenta, soltó un suspiro y se aferró aún más al otro, queriendo volver a sentir su calor.

- E-eso espero... - balbuceó, aún con lo ojos cerrados.

Había dejado de escuchar los truenos desde hace rato, y todo por concentrarse en el aroma y el calor del menor. No notó cuando su mano llegó hasta su ropa interior, ni cuando comenzó a jugar con esta. Se encontraba algo ida, por culpa del sueño que parecía haber regresado en el peor momento.

No notó que el otro se había desabrochado el sostén, ni que su mano había bajado nuevamente hasta sus bragas. Soltó otro suspiro ante las caricias, dejándose hacer, aún sin enterarse de nada. Gimió quedito cuando el otro dedo comenzó a acariciarle también... momento... ¡¿Qué hacía ella gimiendo?!

Abrió los ojos de golpe, mientras que el color se le subía al rostro en un santiamén. Lo apartó de un empujón, mientras que se dedicaba a fulminarlo con la mirada.

- ¡¿Q-q-qué de-demonios estás ha-haciendo, imbécil?! - chilló, y fue allí cuando se dio cuenta de su gran error.

El sostén se le había resbalado lo suficiente como para dejar expuestos sus pechos. Soltó otro chillido, para luego cubrirse con sus brazos y tratar de que el otro dejase de verla de aquella manera que la hacía estremecer... en más de un sentido.

Su rostro se coloreó más al ver como la miraba. Se sentía como si fuese un pequeño conejito atrapado en alguna trampa de su cazador, y su cuerpo se estremeció más ante ese pensamiento. Su pulso estaba acelerado, y los nervios le impedían pensar con claridad. ¡¿Qué demonios estaba pasando con ella?! ¡¿Por qué...?! ¿... por qué deseaba que las manos del danés volviesen a recorrer su cuerpo como momentos atrás? Frunció el ceño ante esos pensamientos.

- ¡¿Calmarme?! ¡Q-querías violarme! - le acusó, mientras que trataba de pensar en alguna forma para volverse a poner el sostén.

Estaba atada de manos. Si se los trataba de abrochar, tendría que dejar expuestos sus senos nuevamente. Y si trataba de bajarse de la cama, sería darle la espalda al danés... y eso ahora no era nada bueno. Como pudo, se cubrió el cuerpo con las sábanas, mientras que desviaba la mirada, no queriendo que el menor mirase su sonrojo.

Le miró fijamente. ¿Se habría enojado con ella? Eso parecía, y en cierta manera, se sentía culpable de eso. Como pudo se volvió a poner el sostén, y se quedó durante un rato allí, sentada a un lado del danés, quién seguía dándole la espalda. Los truenos y los relámpagos seguían haciendo acto de presencia en el cielo, y eso sólo lograba asustarla más. Ignorando sus nervios y el odio hacia él, se acostó a su lado, pegándose por completo a su espalda y rodeándolo tímidamente con uno de sus brazos.

- T-tengo m-miedo... - sollozó, ocultando su rostro en la espalda del nórdico.

No le importaba si el otro la violaba o no. Realmente no le importaba nada de lo que el otro le hiciera. Simplemente quería volverse a sentir segura entre sus brazos y escuchar sus palabras cariñosas. ¿Por qué su corazón latía de esa manera? ¿por qué no deseaba separarse de él?

¿Acaso se había...?

Siguió sollozando quedamente, dando brinquitos cada vez que escuchaba un trueno en la lejanía. Sin embargo, cuando el brazo del danés le rodeó, su pequeño llanto se calmó. Escuchó todo lo que dijo en silencio, y una vez que él terminó, se acurrucó más contra su pecho, mientras que se limpiaba las lágrimas que mojaban su rostro.

- S-si tan s-sólo... s-si tuvieras a-algo más de "ta-tacto", no diría q-que eres un pervertido - susurró, volteándole a ver. Le sorprendió un poco que el otro no le mirase, y armándose con un poco de valor, continuó -. T-tú lo único que ha-haces es v-verme como si fuera u-un trozo más de carne. Sólo t-te interesa p-pelear con mis hermanos y a-acostarte c-conmigo. Y-yo no soy c-como las otras mujeres - frunció un poco el ceño -. N-no pienso a-acostarme c-con alguien que s-sólo me ve como un trofeo que l-luego desechará.

Volvió a bajar la mirada, sin dejar de llorar en silencio. Ya no era por culpa de la lluvia o de los relámpagos, puesto que entre los brazos del menor se sentía totalmente tranquila y sin miedo alguno. Lloraba por culpa de un extraño dolor que se había apoderado de su pecho. ¿Acaso se sentía mal porque el otro no la miraba más que como una mujer con la cual tener relaciones y luego abandonarla? ¿Y por qué justamente él? Volvió a limpiarse las lágrimas, mientras que se maldecía a sí misma por estar llorando por un idiota como el danés.

Le escuchó atentamente, tratando de dejar de llorar, sin embargo lo único que consiguió fue terminar hipando un poco mientras que se limpiaba las lágrimas con las sábanas.

- S-si no te has acostado c-conmigo e-es porque yo n-no lo he permitido, tarado - farfulló, sin poder contenerse el insulto. Ya era una costumbre referirse a él como "idiota, imbécil, tonto, estúpido..." y aunque en realidad no quería decírselo, era como una manera de "protección". No quería que el danés se diese cuenta de lo nerviosa que la ponía... o tal vez era ella quién no quería darse cuenta -. ¡M-me estabas desnudando y-y... t-tocando c-cuando yo...! - pensó en decir "cuando yo más te necesitaba", pero optó por quedarse callada. Se sonrojó intensamente, para luego limpiarse las nuevas lágrimas que habían rodado por sus mejillas - ... ¿s-sabes qué? o-olvídalo - susurró, un poco triste.

Sabía que aquellos besos en el bar habían sido producto de la borrachera. ¡No entendía como es que pudo creer que tendría esperanza alguna! ¡Y tampoco lograba entender porqué quería tenerla! El danés únicamente se había fijado en su cuerpo, no en ella. ¿Quién lo haría? No era para nada femenina, no sabía relacionarse con los hombres, los espantaba a todos cada vez que trataban de invitarla a salir... ¿Por qué el nórdico se fijaría en alguien como ella?

Cerró los ojos, tratando de conciliar el sueño, aunque al parecer este no quería acudir nuevamente a ella.

Se quedó un rato sentada en la cama después de que el danés se fue, envuelta en las sábanas para tratar de darse calor y de que el miedo se pasara. Tras meditarlo un segundo, se bajó de la cama y tiró de una sábana para envolverse en ella y caminar hacia dónde estaba el pelirrojo. Le contempló en silencio, bajo el marco del ventanal y procurando mantenerse caliente.

- ... ¿Y por qué no lo has hecho? - preguntó, tras un rato de silencio. Dejó de mirar al otro para centrar su vista en la lluvia, la cual era digna de todo un diluvio bíblico - ¿por qué no me has violado? - susurró, sintiendo como sus mejillas se encendían levemente ante sus propias palabras - ... s-si nos hubiéramos conocido de otra manera... y si no hubieras tratado de meterme mano cada vez que podías - aclaró - ... t-tal vez ahora las cosas serían... diferentes - le volteó a ver, totalmente seria.

¿Qué hubiera pasado si el danés se hubiese comportado como una persona normal aquel día en la playa? Tal vez, sólo tal vez no le odiaría como ahora. Pero... ¿seguiría interesada en él? ¿pensaría en él todas las noches antes de irse a dormir? ¿se hubiera preocupado por si se encontraba bien o por si no se estaba metiendo en problemas? Con el corazón latiéndole a mil por hora y con los nervios a flor de piel, se acercó tímidamente hacia él, con la mirada clavada en algún punto del suelo medio mojado.

- ... q-quiero hacerlo... c-contigo.