Io sono un uomo, accidenti! (Privado/R+18)

Soltó un par de quejidos por lo bajo ante las patadas, y una vez que se libró de los pantalones (junto con su ropa interior, que curiosamente era de hombre), sujetó una de sus piernas y utilizando una de sus rodillas, inmovilizó la otra, impidiéndole que siguiera con las patadas en su abdomen.

- Si no quieres que te vaya peor, sé niña buena y obedece, ¿de acuerdo~? - sonrió con inocencia, aunque aun así se notaba el sadismo en sus ojos.

Comenzó a quitarle la camisa, contemplando con una sonrisa divertida las vendas que cubrían el pecho de ella. Se las quitó con su única mano libre, dejando expuestos sus no tan pequeños senos. Sin dejar de sonreír, se inclinó hacia uno, sólo para comenzar a jugar con su pezón utilizando su boca. Mientras tanto, su mano recorrió su cuerpo hasta llegar a su entrepierna, dónde comenzó a acariciarle.

Le miró algo molesto en cuanto comenzó a escuchar sus gritos. Se separó de su pecho, no sin antes morder su pezón con algo de fuerza, y selló sus labios con un beso brusco, evitando así que siguiera gritando de esa manera.

Dejó también de acariciar su entrepierna para poder quitarse su pantalón de una vez por todas, junto con su ropa interior. Una vez que lo logró, se acomodó (con algo de dificultad debido a la resistencia de la menor) entre sus piernas, haciendo intencionalmente que sus sexos se rozaran. Se separó de sus labios sólo para reír un poco, y para tomar un poco de aire antes de lo que se aproximaba.

La penetró con fuerza, rompiendo toda barrera que le impidiera el paso. Se deleitó con los gritos y expresiones de la menor, y sin darle tiempo de acostumbrarse a la invasión, comenzó a moverse dentro de ella, tomando un ritmo rápido y casi nada delicado. Sus labios volvieron a buscar el pezón con el que momentos atrás había estado jugando, mientras que sus manos acariciaban su cuerpo en delicados roces, totalmente diferentes a las embestidas.

Al ver el notorio dolor en la menor, decidió ser un poco más "piadoso" y disminuir el ritmo casi salvaje a uno lento, pero no por nada profundo. Se deleitaba al sentir lo estrecha que estaba, pero sobre todo, lo que más le gustaba ver era aquella expreción de dolor en el rostro de la italiana. Era sencillamente encantador como se dedicaba a matarlo con la mirada.

Sin poder evitar reír un poco, llevó sus labios hasta su cuello, comenzando a lamer y a besar su suave y dulce piel. Mientras tanto, sus manos seguían recorriendo su cuerpo en suaves caricias, queriéndose grabar cada centímetro de la pequeña de cabello verde. Dejó de lamer para comenzar a chupar y dejar pequeñas marcas rojas en lugares dónde ella pudiese ocultarlos a la perfección, queriendo dejar una "marca" de su paso por aquel cuerpo virginal.

Una vez que su tarea en su cuello estuvo hecha, comenzó a aumentar nuevamente el ritmo, poco a poco, no queriendo lastimarla... todavía.

Rió al sentir los intentos frustrados de la otra por tratar de quitárselo de encima. Sujetó con fuerza su tobillo, para luego comenzar a lamerle su pantorrilla y descender lentamente hasta la mitad de su muslo. Queriendo "castigarla" por sus malos actos, aumentó más el ritmo de las embestidas, tocando fondo una y otra vez.

Su otra mano, mientras tanto, le acarició su cuello para luego bajar lentamente por sus pechos y su vientre plano, hasta alcanzar aquel botoncito rosado que se encontraba en su entrepierna. Lo acarició suavemente con la yema de sus dedos, para luego pellizcarlo y masturbarle con rapidez, queriendo que esos gemidos adoloridos se convirtieran en chillidos de placer.

Su sonrisa se amplió más al notar lo estrecha que se estaba volviendo la chica. Al fin comenzaba a disfrutarlo, por mucho que ella lo negase. Se acomodó entre sus piernas de una manera en que ya no pudiese patearlo y la sujetó con fuerza de las caderas para mantenerla firme y hacer las embestidas cada vez más profundas. Sentía el útero de la menor, y aquello sólo le hacía estremecer y jadear.

Sus labios volvieron a atrapar uno de sus pechos. Lo succionó con fuerza, para luego tirar de su pezón con sus dientes, evitando lastimarle. Luego jugó con él hasta dejarlo erecto y pasar al otro pecho, dejando un camino de salida entre ambos senos. Sin pensarlo, aumentó el ritmo, y una de sus manos bajó nuevamente hasta su clítoris, sólo para comenzar a acariciarlo con extrema necesidad.

Quería escucharla gemir. Quería que esos gritos de dolor se convirtieran en gritos de placer. Y estaba más que dispuesto a lograr aquello.

Estuvo a punto de soltar un grito de júbilo al notar que ella había dejado de resistirse. Contento, llevó sus labios a los de ella para besarle, importándole poco si le correspondía o no. Sus dedos en ningún momento dejaron de acariciar su clítoris, pero poco a poco comenzaron a encontrar más juegos divertidos con este.

Lo apretaban o lo pellizcaban. Hacía de todo en su entrepierna, sin dejar de penetrarla en ningún momento.

- Estás tan estrecha... - jadeó con voz ronca y su sonrisa altanera, divirtiéndose con las caras y gestos que hacía la menor. Siguió besando sus labios, para luego morderlos sin mucha delicadeza, pero evitando sacarle sangre.

Se separó un poco ante el cabezaso de la menor, e hizo una ligera mueca cuando comenzó a morderle la nariz de aquella manera. Pero eso, al contrario de provocarle dolor, simplemente lo excitó más, y hasta se podría decir que le hizo gracia.

Soltó su cadera para tener libre una mano, puesto que la otra seguía ocupada con el clítoris de la italiana. Esta fue a parar hasta su cuello, el cual apretó con la fuerza suficiente como para hacer que le soltara y hasta le costase un poco de trabajo respirar. No es que fuera a matarla, pero era una pequeña "lección". Debía de comenzar a educarse, si es que no quería que le fuese peor.

- Te dije que estuvieras quieta - comentó con un tono tranquilo y algo ronco debido a la actividad de sus cuerpos. Hizo un poco más de presión en el cuello de la otra, mientras que daba una estocada fuerte y profunda -. Si fuera tú, comenzaría a comportarme correctamente... o te juro que a la próxima esos lindos ojos que tienes no volverán a ver la luz del sol - le amenazó, soltándola finalmente y regalandole una sonrisa que si bien podía pasar por amable, en realidad era una sádica.

Una parte de él, una muy pequeña y diminuta, se sintió algo mal al verla llorar de esa manera. Pero aquel lado sádico y deseoso de más hizo que se olvidara momentáneamente de su culpa.

Volvió a llevar sus labios al pezón de la chica, y su mano que momentos antes había estado amenazando a la menor fue a parar a su otro seno, sólo para estrujarlo y masajearlo con cuidado. Dejó de embestirla de aquella manera violenta, puesto que quería volver a escuchar sus gemidos. Sus dedos seguían apretando con fuerza su clítoris, queriendo volver a darle aquel placer que ella había comenzado a disfrutar momentos atrás.

Podía ser un sádico, pero tampoco era como Rusia. Él, a diferencia del soviético, tenía "sentimientos"... además de que quería que la italiana se corriese de una vez.

Cuando sintió que la otra se corría, no pudo hacer otra cosa que no fuera ensanchar más su sonrisa. Le tomó un par embestidas más para tener su orgasmo, y se derramó dentro de ella a propósito, queriendo hacerla enojar otra vez, puesto de aquello le divertía de una manera u otra.

No salió de su interior, ni tampoco dejó en paz sus pechos. Seguía chupando y tirando de sus pezones, para luego jugar un poco de ellos con su lengua. Una de sus manos comenzó a acariciar suavemente la espalda de la chica, hasta llegar a su espalda y volver a subir hasta su cuello. Repitió esa acción varias veces, en lo que trataba de recuperar el aliento.

Se separó de su seno sólo para voltear a verle y deleitarse con los gestos que le hacía, haciendo que casi soltase una carcajada.

- ¿Lista para una segunda ronda, liebe~? - preguntó, mientras que comenzaba a moverse lenta y suavemente dentro de ella.

Dejó de moverse dentro de ella en cuanto sintió todos los golpes y patadas que ella le daba. La miró serio, para luego sonreír divertido. Como pudo, la hizo girar, haciendo que quedase boca abajó. Llevó dos de sus dedos a su boca para llenarlos de saliva, mientras que un par de risitas salían de sus labios.

- Lo lamento querida, pero no me gusta dejar las cosas a medias. Tal vez te mate, tal vez no~ Todo depende de cómo te portes. Además... - se acercó a su oído - me está gustando mucho esto, ¿a ti no? - ronroneó, mientras que comenzaba a introducir sus dedos húmedos dentro de la otra cavidad de la menor.

Sintió lo estrecha y caliente que estaba allí, y deseó poder penetrarla de una buena vez. Pero debía de prepararla, si es que no quería lastimarla y hacer que ninguno de los dos disfrutara de aquello.

Más que contento ante su reacción, comenzó a mover lentamente sus dedos dentro de ella. Primero, con movimientos circulares que iban al sentido de las manecillas del reloj. Luego, conforme aumentaba la velocidad, comenzó a sacarlos y a meterlos. Soltó otro par de risitas, mientras que se inclinaba para poder besarle el hombro y el cuello a la italiana. Quería escucharla gemir de nuevo, le habían encantado los ruidos que salían de sus labios gracias a él.

Chupó y lamió la fina piel de su cuello, para luego lamer la sangre que manchaba el cuerpo de la menor. Hundió más sus dedos dentro de ella, y los sacaba lentamente para después volver a penetrarla de manera profunda. Su otra mano fue a parar a su otra entrada para comenzar a acariciarla, descubriendo que ella se estaba volviendo a poner húmeda.

Con suavidad, acarició su entrada, deteniéndose en su clítoris y haciendo algo de presión en él, sin dejar de mover sus dedos dentro de ella.

Siguió haciendo lo mismo por un rato. Metía y sacaba sus dedos mientras que su otra mano se encargaba de acariciar su otra entrada, sin llegar a penetrarla aún. Adoraba sus gemidos, de todas sus víctimas, eran los que más le encantaba escuchar. Sin poder contenerse más, comenzó a penetrarla de nuevo, esta vez por su otra entrada. Lo hizo de manera lenta y suave, no queriendo lastimarle (y si la lastimaba, no quería que el daño fuese mucho).

Las embestidas fueron lentas y algo profundas, puesto que la otra debía de acostumbrarse a la "invasión". Sus dedos, que aún seguían jugueteando con su centro, comenzaron a penetrarla de la misma manera, mientras que con su pulgar seguía dándole tratamiento a su clítoris.

Poco a poco fue aumentando el ritmo, no sólo de las estocadas, sino también del movimiento de sus dedos. Con su otra mano, ahora libre, se dedicó a acariciar el cuerpo de la menor con suavidad, y hasta se podría decir que con algo de cariño.

Más que feliz al escuchar sus gemidos, siguió aumentando cada vez el ritmo, mientras que sentía como los fluidos de ella escapaban por su otra entrada. Aunque sabía que la otra debía de estar odiándolo como nunca, lo estaba disfrutando, y su cuerpo lo demostraba (aunque ella no se diese cuenta y no quisiera admitirlo).

Besó con cuidado su espalda, hasta llegar a su cuello y chuparlo sin mucha fuerza. Dejó un par de marcas rojas sobre su pálida piel, y para que la otra viese que no era tan malo, las hizo en lugares dónde pudiese ocultarlas con facilidad. Luego, mordisqueó un poco su lóbulo, al mismo tiempo que su mano libre se colaba entre el colchón y el cuerpo de ella y atrapaba uno de sus senos. Lo estrujó con cuidado, sin mucha fuerza. Eran tan suaves y perfectos...

- Eres hermosa - jadeó en su oído. Y no era una mentira. Era perfecta... desde su punto de vista algo sádico y retorcido. Sus gemidos eran encantadores y su cuerpo era divino (por no decir que su sangre contrastaba a la perfección con su piel).

Sencillamente, era hermosa.