Bedste 2x1 (Privado)

Le miró con pena al escucharle.

Lo conocía a la perfección. Sabía de su obsesión hacia el alcohol, el sexo y los cigarrillos... por no hablar de las peleas. Miles de veces le había dicho que terminaría con cáncer de pulmón, o en el peor de los casos, en un coma alcohólico. Pero claro, él nunca le hacía caso, y cuando lo amenazaba con dejarlo sin sexo durante dos semanas, él se las ingeniaba para hacerla ceder y terminar en la cama.

Soltó un suspiro, para luego sonreírle al mesero cuando este trajo sus bebidas. Él se la regresó con un guiño de ojo, haciendo que ella se sonrojara más. ¿Qué acaso no veía que venía con el danés? ... Aunque bueno, conociendo la fama de su prometido, no le sorprendía que la tomasen por una chica de una noche.

- Bien... ahora sé que no debo de dejarte salir por las noches - comentó, levemente divertida.

Rió un poco, divirtiéndose más con aquello. Bueno, al menos había encontrado una cosa con la cual divertirse en lo que llegaba su comida.

- Oh, con que saldrás por las noches... bien, mejor para mí. Estaré ocupada toooodo el día, así que no nos veremos... - se lo pensó -... en todo el día - sonrió de manera burlona -. Lo cual significa que no habrá sexo - agarró una servilleta con su mano libre, para luego comenzar a jugar con esta, como si le quitara toda la importancia al asunto -. Me pregunto si el camarero estará disponible, es guapo, ¿no lo crees?

Dulce y cruel venganza pensó. No había olvidado lo que el danés había dicho sobre ella, y ese era el momento para poder darle algo de celos al otro. Después de todo, era muy divertido ver al danés histérico.

Tomó con cuidado su copa de champagne, para luego hacer que el líquido se agitara suavemente dentro de esta. Le dio un sorbo, sin perder aquella expresión despreocupada.

- ¿Y quién te dijo que será el único con el que me divierta? - preguntó, inocente como sólo ella podía. Batió las pestañas un poco, queriendo verse todavía más tierna -. Conozco muchos chicos que querrían salir conmigo tan siquiera para una noche. No eres el único rompe corazones aquí, mein liebe - sonrió, volviendo a darle otro sorbo a su champagne.

¿Creía que era el único que podía divertirse? Este juego era para dos, y vaya que lo disfrutaría. Era más que claro que ella nunca se atrevería a engañar al otro, pero verlo así de celoso... era algo muy lindo y tierno, pensó ella. Jugó un poco con la mano del otro, como diciendo que le traía sin cuidado el hecho que él quisiera golpear a cuanto hombre se atreviera a tocarla.

Estaba más que encantada con su reacción. ¡Sí que podía ser mono cuando se lo proponía~! Cuando el mesero llegó con su comida, le sonrió de manera coqueta, haciendo que él quedara levemente embobado... hasta que sintió la ira del danés. Se echó a reír casi de inmediato. Esto era mucho mejor que golpearlo hasta dejarlo en coma momentáneo.

- ¡Oh, vamos! No te enojes~ - le pellizcó una de sus mejillas, para luego soltar su otra mano y agarrar sus cubiertos -. Nunca te engañaría - admitió, para luego agregar:- y espero que tú tampoco~ - y dicho esto, cortó un trozo de la bola de pasta de una manera... un tanto digna de un asesino en serie o algo por el estilo.

El solo hecho de pensar que el danés se atreviera a engañarla le hacía hervir la sangre como no lo había hecho desde hace casi setenta años... o sea, desde que estaba en la guerra y mataba de manera sádica y cruel a sus enemigos. Le sonrió con inocencia al danés, a pesar de que casi rompía el plato y que sujetaba el cuchillo como si fuese a matar a alguien.

Sonrió todavía más, mientras que comenzaba a cortar su comida.

- Me alegra escucharlo, ¿sabes? - dijo, haciendo cada vez más esfuerzo con el cuchillo -. Me sentiría muy triste si me llegaras a engañar, pero sobre todo me enojaría. Y no es bueno hacerme enojar, liebe - canturreó, enterrando el tenedor en un trozo de su pasta, para luego comerla con cuidado.

Se limpió delicadamente los labios, para luego sonreírle nuevamente al otro.

- ¿Pasa algo, Bent? - preguntó, fingiendo preocupación -. Te ves muy... pálido~.

- Me alegró de escucharlo~ - canturreó, retomando su tarea de comer tranquilamente.

... Aunque aún así seguía sin confiar del todo en el danés con respecto al tema de la infidelidad. Pensó que tal vez, sólo tal vez, debía de aumentar la paga del espía que había puesto tras el pelirrojo. Lo amaba y todo... pero no era de confiar cuando una chica linda estaba cerca. Así que lo mejor era ahorrarse las preocupaciones y esas cosas y mandar a que lo vigilen sólo para "estar seguros".

La comida transcurrió con gran calma y silencio para sorpresa de ella, y una vez que terminó su plato se limpió con cuidado la boca y esperó a que el mesero recogiera sus platos, lo cual hizo con cierto temor. Cuando les preguntó si se les ofrecía algo más, no dudó ni un segundo en pedir el postre.

- Unas berlinesas de chocolate, por favor - pidió amablemente, antes de que el chico asintiera y volviera a escapar hacia la cocina.

Miró su postre humeante como si fuera la cosa más preciosa de todo el mundo. ¡Se veían exactamente iguales a como los hacía ella! Casi dando saltitos en su lugar, tomó uno de los panecillos y le dio una mordida. Soltó un gemido de placer, ¡sabía delicioso~! Tenía tiempo sin comer de esos panecillos por culpa del trabajo.

Siguió comiendo animadamente, para luego mirar al danés. Le sonrió y le tendió uno de los panecillos, olvidando de momento la pequeña charla que tuvieron hace rato.

- ¿Quieres probar? - preguntó, algo ansiosa, como si se tratara de una niña pequeña que quiere mostrar su nueva muñeca.

- ¿Verdad que sí? - sonrió más, contenta de que a él le gustara - Es un postre que se hace en mi casa - lo miró con cierta nostalgia, recordando cuando su hermana le enseñó a prepararlo cuando era niña -, tenía tiempo sin probarlos.

El mesero regresó a su mesa con la cuenta, rompiendo un poco con el ambiente nostálgico. Dejó su panecillo en su plato y sacó su cartera para pagar su parte. Si había algo que le habían enseñado sus hermanos era a pagar cada quien su parte, aún si fuese una cita o algo por el estilo.

- ¿Podría ponerme los otros panecillos para llevar, por favor? - le pidió al camarero en lo que contaba el dinero. Él asintió y luego huyó con los panecillos de regreso a la cocina.

Hizo un puchero en respuesta.

- P-pero no me gusta que paguen por mí - respondió, sonrojándose más -, además, estoy acostumbrada incluso a pagar la cuenta de los demás - se encogió de hombros, recordando cuando Felicciana, Sakura y ella iban a comer y la italiana siempre salía huyendo antes de que pudiera decir algo sobre repartir la cuenta.

Tomó la bolsita de papel que le trajo el mesero con sus panecillos y se puso de pie, para luego sonreírle al otro.

- ¿Algún otro sitio al que quieras ir? - preguntó, curiosa.

Se sonrojó con fuerza al escucharlo, para luego aceptar la mano que le tendía y entrelazar sus dedos.

- ¿V-vestido? - preguntó, levemente horrorizada. No se había puesto uno desde que tenía 15 años, y eso prácticamente fue hace más de 100 años. La sola idea de ponerse falda le asustaba, se había acostumbrado tanto a los pantalones que se había olvidado por completo como se sentía el utilizar una.

Mientras que caminaban hacia la tienda, en su mente sólo se podía imaginar como sería el día de la boda. ¿Habría muchos invitados? ¿Quienes serían los padrinos? ¿Y las damas de honor? ¿quién la llevaría al altar, su hermano? ¿Quién sería el padre? Un leve tic se asomó en uno de sus ojos, ¡eran tantas cosas las que tenía que organizar...!

- ¿S-seguro q-que quieres que use v-vestido...? S-sería más fácil u-una boda por el civil... - comentó, puesto que si mal no recordaba, cuando una mujer se casaba por el civil podía usar la ropa que quisiera.

Se sonrojó más y más con sus palabras, pero en cuanto vio los vestidos en las vitrinas, su rostro pasó a una tonalidad superior de rojo. Eran hermosos, debía de admitirlo, pero aún le resultaba incómoda la idea de tener que usar uno para casarse... a pesar de que cuando era niña soñaba con ese día y un elegante vestido blanco.

Suspiró. Bien, si el danés quería que usara uno, pues...

- ... D-de acuerdo, e-entremos - farfulló quedito, para luego arrastrarlo hacia el interior de la tienda, con el rostro rojo a más no poder y la mirada agachada.

Cuando entraron, una señora ya anciana les atendió, preguntándoles qué tipo de vestido querían. Ella sólo pidió una revista para verlos, no se planeaba probar uno... todavía. Se sentó en uno de los sofás que había por allí, mientras que la viejita iba por las revistas.

Miró vestido por vestido, no encontrando uno que le terminara de agradar del todo. O tenían mucho escote o muchos accesorios que se le hacían... inútiles. Soltó un suspiro, pasando nuevamente de página, hasta que sus ojos se detuvieron en un sencillo vestido. No tenía mucho escote ni tantos encajes, era sencillo y se veía bonito. Sonrió, pero antes de poder mostrárselo al otro, sintió como la abrazaba y la atraía hacia él... o bueno, hacia "esa" zona.

Se estremeció, y los colores volvieron a subir por su rostro. ¡¿Qué demonios planeaba el bastardo?!

- Hu-humm... s-sí - le mostró el vestido con las manos temblorosas. Sólo rezaba porque la encargada de la tienda no los mirara y sospechara cosas raras...

Apenas estaba a punto de reclamarle y de decirle que no quería probárselo, pero se le adelantó y le pidió el vestido a la señora. No tuvo otra opción más que aceptarlo cuando ella se lo trajo, y fulminando al danés con la mirada, se fue hacia los vestidores para cambiarse.

Tuvo... algo de dificultad al tratar de subir el cierre en la parte del busto. Perfecto, ¡sencillamente perfecto! ¡Ni un maldito vestido de bodas podía quedarle bien en esa zona! Se sonrojó y se asomó un poco para llamar a la encargada y pedirle un vestido más grande. No tendría de otra más que mandar a ajustarlo de la cintura y las caderas, pensó con cierto fastidio. Una vez que la viejita le trajo el nuevo vestido, no tardó mucho en ponérselo.

Se miró varias veces en el espejo. Si quitaban el hecho de que le quedaba algo grande de algunas partes, se le veía bien, y comenzaba a gustarle. Tímidamente abrió las puertas del vestidor y se acercó al danés, procurando no pisar la falda.

- ¿Y-y bien? - preguntó, más que roja y avergonzada.