Brüderlichkeit (Privado)

Lo había vuelto a seguir, como hacía todo el tiempo. Era algo que no podía evitar, por más que lo deseara. Sabía que su hermano, de una manera u otra, le odiaba en su interior y deseaba hacerle sufrir como él le había hecho sufrir desde hacía años. Pero el pequeño de Kellen siempre había sido muy bueno. Tal vez demasiado.

Acostado en la rama del árbol más cercano a la banca en la que se encontraba el menor, se dedicó a contemplar el cielo despejado, con ambas manos tras la cabeza en un intento por estar más cómodo. Hoy era un día aburrido para él, y aunque quería "divertirse" con su gemelo, sabía que el otro estaba molesto desde el último encuentro que tuvieron, por lo que optó por dejarle en paz... esta vez.

Cerró los ojos y se dedicó a divagar en sus memorias, recordando cuando los dos eran apenas unas ciudades recién creadas. Él había nacido primero, por lo que se dedicó a proteger tanto como pudo a su hermanito menor. Recordó, con algo de melancolía en su interior, cuando su hermano no le temía y siempre se la pasaban juntos. Pero todo eso cambió desde la guerra...

Soltó un suspiro, negándose a pensar nuevamente en eso.

Tratando de pasar el rato, sacó su daga y comenzó a limpiar la hoja. Aún quedaban rastros de sangre seca de la última vez que tuvo que desenfundarla, y la verdad, aquello le molestaba un poco. Le encantaba ver como la brillante hoja de metal se manchaba con aquel hermoso líquido carmesí, y sobre todo si este era proveniente del cuerpo de su hermano.

Una pequeña sonrisita creció en sus labios al recordar la última vez que había torturado al menor. Le había hecho sangrar tanto... y aunque él le mirase con aquella expresión de odio, sabía que en el fondo le seguía queriendo. Él no le lastimaba por lastimar. Él le lastimaba para expresarle su amor hacia él... aunque su hermano no se diese cuenta de ello y le tachara de loco.

Suspiró, algo cansado de tanto silencio, por lo que decidió iniciar una pequeña conversación, aprovechando que aún no quería saltar sobre la garganta de su gemelo.

- ¿Qué lees? - preguntó, mientras que le volteaba a ver, aún sobre la rama de ese árbol.

Enarcó una ceja al escucharle. ¿Psicología? ¿para qué demonios leía eso su hermano? Y luego se andaba quejando de que él era el loco. Soltando un suspiro, siguió jugando con su daga, haciendo malavares con esta y volviéndola a atrapar del filo antes de que se le clavara en la cara.

- Eso suena muy aburrido - comentó - no sé porqué lo lees - soltó un suspiro y miró su reloj de reojo. Aún era temprano, y faltaba mucho para que su telenovela comenzara. Podía seguir allí, junto a su hermano... o bueno, lo más cercano que podía estar.

Soltando otro suspiro, se bajó de la rama del árbol y caminó hacia un vendedor de helados. Pidió dos, uno de su sabor favorito y otro del sabor de su hermano. Quería... hacer las "pases" con él, no le agradaba tenerlo enojado todo el tiempo.

- Ten - dijo, mientras que le tendía el cono y apartaba la mirada hacia otro lado.

Asintió ante el agradecimiento de su hermano, y al notar que dudaba un poco entre si comerse el helado o no, no pudo evitar sentirse algo... triste. Y molesto, pero más que nada, triste. No le gustaba que su hermano dudase de él de aquella forma, aunque bueno, él reconocía que se había ganado esa desconfianza con méritos.

¿Qué tenía de malo que quisiera matar a su hermano y luego acabar con su propia vida? Quería que los dos estuviesen lejos de todas esas estúpidas guerras. No quería que nadie lastimara a su hermano salvo él.

Sabiendo que el otro no querría de su compañía, volvió a caminar hacia el árbol. Lo escaló sin mucha dificultad a pesar de tener el cono de helado en la otra, y se acostó nuevamente en la rama. No tenía mucho apetito, por lo que simplemente se quedó viendo como el helado se derretía lentamente por culpa del calor.

- ... Lo sé - murmuró, sin dejar de ver cómo se derretía el helado lentamente.

No entendía porqué buscaba el perdón de su hermano sí dentro de unos cuantos días (o incluso horas) este le volvería a odiar. Siempre era lo mismo, parecían una pareja de recién casados que sabían que no debían de estar juntos, pero que aún así no podían vivir sin el otro. Era un maldito círculo vicioso que él había tratado de romper en varias ocasiones, pero siempre fallaba épicamente cuando su lado sanguinario le controlaba.

Siempre había existido el temor de que su hermano no le perdonase (de nuevo) y le dejase solo de una buena vez. Y aquello le asustaba mucho. No se imaginaba su vida sin su gemelo, y si seguía así como estaban, no dudaba que eso aún día llegase a ocurrir.

Pero no podía evitarlo, por mucho que deseara. Soltó un bufido y comenzó a comer de una buena vez su helado, antes de que la primera gota de este cayera por el cono.

Cuando apenas estaba terminando de comerse su helado, notó que el rostro de su hermano comenzaba a enrojecer levemente. Enarcó una ceja, y entre preocupado y curioso, se bajó del árbol y se acercó a él. No fue muy difícil alcanzarlo, puesto que se había acostumbrado a caminar rápido para darle alcance al mayor. Lo sujetó del hombro y le hizo girar para verle, comprobando así que el rostro del menor estaba completamente rojo.

- ... ¿tienes fiebre? - preguntó, mientras que se quitaba el guante para poder medir su temperatura con el dorso de su mano. Estaba a temperatura normal, pero su rostro seguía rojo.

Le miró fijamente, exigiéndole una explicación para aquello.

Frunció el ceño, molesto al ver que su hermano lo apartaba de esa manera. ¿Pero qué demonios le pasaba? Sólo trataba de ser lo más amable que podía con él. Que luego no se estuviese quejando cuando trataba de matarlo...

Chasqueó la lengua y se dio la vuelta, listo para irse de allí.

- Bien, como quieras... - espetó, metiendo las manos en los bolsillos de su pantalón y caminando lejos de su gemelo.

¡Él sólo trataba de ser por tan siquiera un rato el hermano bueno y cariñoso que había sido hace algún tiempo! No era su culpa que su hermano dudase de él cada cinco segundos... o bueno, tal vez sí. Soltando un par de maldiciones, no se fijó en el camino hasta que chocó contra una pequeña niña que le ensució la chaqueta con helado. Se quedó quieto durante unos instantes, hasta que una sonrisa sádica surcó sus labios...

Estaba a punto de recoger la bola de helado del suelo con su daga, cuando de pronto, su hermano se le tiró encima, haciendo que la niña escapara por culpa del susto. Molesto, le dio un fuerte codazo al menor en las costillas para apartarlo y voltear a verle. Sabía que él había pensado que le haría algo a la chiquilla. ¡Él nunca se atrevería a alzarle la mano a una mujer, mucho menos a una niña como aquella!

Eso lo indignó y enfadó más de lo que por sí ya estaba. Normalmente se le hubiera lanzado a su hermano para darle un "castigo" por sus malos actos, pero sabía que eso no solucionaría nada. Todos le temían, todos lo odiaban, incluso su gemelo. Estaba solo, aunque le doliese admitirlo.

Le mandó una última mirada furiosa a su hermano, para luego lanzar su daga lejos, como diciéndole que no le haría nada. Se dio media vuelta y siguió caminando, queriendo alejarse de su lado pronto. El vacío que sentía en su pecho le dolía mucho, pero no sería tan débil como para llorar frente al menor.

¿Por qué le seguía? ¿Por qué siempre regresaba a su lado a pesar de todo lo que le hacía? ¿No le odiaba? ¿No deseaba matarlo? Ocultó la mirada en su flequillo mientras que guardaba sus manos en los bolsillos de su pantalón y seguía caminando.

No quería hablar. Temía echar a perder el momento, además de que no sabía realmente qué decir. Suspiró. Tal vez debería de plantearse el hecho de pedirle a Ludwig o a Louise el libro sobre "cómo tratar a tus hermanos menores"...

Se rascó la nuca, sabiendo que el otro no daría el primer paso para romper ese silencio.

- Lo siento - murmuró - ... por el codazo - aclaró.

- Humm.... - se limitó a decir, algo avergonzado. Él no era mucho de los que pedían disculpas por algo, ni mucho menos de los que perdonaban. Pero se trataba de su querido hermano menor, y por él, haría lo que fuera.

Siguió caminando, con la mirada agachada. Pateó una pequeña piedrita que estaba en su camino, haciendo que esta saliera despedida por los aires y le diera a una paloma, matándola al instante. Hizo una mueca de desagrado. ¡¿Qué acaso todo lo que tocaba perecía?!

Eso suena muy útil en las peleas... Pensó una vocecilla en su cabeza, y al instante la reconoció como aquel lado "malvado" que siempre ocultaba. Negó varias veces, no queriendo escucharlo ahora.

- Sólo quería recogerle su helado - susurró, aclarando la razón por la cual había sacado su daga anteriormente. Se preguntó que habría sido de la niña, ¿se habría comprado otro helado? Nunca le había gustado hacer llorar a una chica a menos de que fuera un enemigo, además de que los niños le parecían adorables. Se sonrojó levemente por ello, y apartó la mirada para que el otro no le viese.

Se encogió de hombros, restándole importancia al asunto, como diciéndole que ya se olvidaran de aquello. Siguió caminando durante un buen rato, mirando hacia la nada y en total silencio. No tenía ni la más remota idea de qué hablar con su gemelo. Al final, optó por decir lo primero que se le viniera a la mente, sólo para romper el hielo.

- Y... ¿por qué estás leyendo un libro de psicología? - quiso saber, ocultando su curiosidad bajo su máscara de seriedad y molestia. ¿Acaso era una nueva afición o algo por el estilo? Quería saber más de su gemelo. Quería que se volvieran a contar las cosas como antes...

... antes de todas las guerras por las que tuvieron que pasar.

Enarcó una ceja, tragándose por completo la mentira del otro.

Podía ser uno de los mejores soldados en su familia, saber todas las tácticas de asesinato y tortura existentes y por haber en el mundo, pero realmente era aún inocente en algunos aspectos. Y demasiado distraído. Por lo que le confundió un poco la respuesta del otro.

- Eso es... extraño - dijo lo primero que se le vino a la cabeza, para después suspirar y seguir caminando - ¿y por qué quieres saber sobre eso? ¿Te sucede algo a ti o a Sajonia? - preguntó, algo preocupado, más sin embargo no lo mostró y siguió con su expresión fría de siempre.