Un pomeriggio tra fratelli (Solo italianos)

Una soleada tarde con una leve brisa que recorría las calles y refrescaba el ambiente. Un resplandeciente sol brillando por el centro de la ciudad, y para mejorar las cosas, con un buen pronóstico del clima para toda la semana. Así es, todas las condiciones para disfrutar de mi día libre, pero nooo...

Ahí estaba yo, cargando esa cantidad industrial de bolsas coloridas y siguiendo a la causante de todo aquello, -que no tardaría en hacerme cargar más paquetes en cuanto entráramos a la siguiente tienda- : Mi hermanita.

Suspiré sonoramente, haciéndole saber mi fastidio... había sido muy mala idea el aceptar salir de compras con ella.

-Cath... ya estoy cansado... ¿Cuántas tiendas más piensas asaltar hoy?- Pregunté por milésima vez en el día.

Y lo peor de todo, ni siquiera era ella la que pagaba, ¡Estaba usando MI dinero!... Y estaba equivocada si creía que los grandes padrinos de la mafia estaban forrados en plata, esos tiempos de gloria se acabaron. Hacía meses que mi pequeña fortuna se iba acabando y... ohh esperen... creo que la causa era precisamente ella, con estas salidas a la plaza y el centro comercial...

Caminaba tranquilamente por las largas calles del centro comercial, mirando en cada vitrina lo que le pudiese llegar a llamar la atención, para obviamente comprarlo.

Al escuchar el sonoro suspiro de su hermano llevo ambas manos hasta su cadera, continuando con su caminata.

-¿Qué?-pregunta molesta- Deberías agradecer que no eh comprado casi nada, hermanito.

Apresuró un poco más el paso, sólo para fastidiarle ya que al cargar tantas cosas debería dificultarsele la caminata.

- Apresúrate eres muy lento, a este paso se agotarán todas las cosas-detiene el paso para luego darse media vuelta y mirarle con el ceño fruncido, haciendo resonar su taco con el suelo.

Se encogió de hombros al escuchar la pregunta de su hermano, la verdad no lo sabía.

-No lo sé, hasta que esté satisfecha, supongo -Sonrie con malicia- Después de todo, mi hermano invita

Se vuelve a dar una media vuelta para volver a caminar por las largas calles.

¡¿Casi nada?! ¿Qué no veía el montón de bolsas y paquetes que me estaba haciendo cargar?... Maldición. No me quedó de otra que suspirar resignado y seguirla, mientras que ella seguía entrando en las tiendas, haciéndome esperar quién sabe cuánto tiempo ahí afuera en lo que ella se probaba la ropa, y salía con más bolsas, que, por supuesto ¿Quién cargaba y pagaba? Yo...

Definitivamente, ya no volvería a salir de compras con ella... jamás, ni muerto.

Seguía despotricando mentalmente, cuando me pareció ver una cara conocida allí a lo lejos...