Sonata (Privado)

¿Cómo era posible que hubiera olvidado su partitura en el salón?

Se tiró de los cabellos varias veces, mientras que caminaba apresuradamente por el pasillo que conducía hacia el salón de música. El maestro les había encargado escribir una partitura para el examen, y ella aún no terminaba las suyas. Y ahora las olvidaba en el piano, ¡genial!

Dejó de maldecirse a sí misma cuando escuchó una suave melodía proveniente del salón. Se paralizó por completo, y por un momento, su respiración se cortó.

No es como si creyera en fantasmas, pero había escuchado rumores sobre ruidos extraños en el salón de música a media noche y ese tipo de cosas. Se alteró. Por no decir que se asustó. Pero debía de ser valiente y recuperar esas hojas. De ellas dependían su calificación.

Ignorando el miedo paralizante, llegó hasta la puerta corrediza del salón, y la abrió con total lentitud. Estuvo a punto de chillar por el terror, hasta que se dio cuenta de quién era el que estaba allí.

- ... ¿Bent? - parpadeó, confundida -. ¿Qué haces aquí?

Un leve sonrojo se apoderó de sus mejillas al escuchar la forma en la que el otro le había dicho. No estaba acostumbrada a que alguien fuera de su familia le llamara así, por muy cercano que fuera. Terminó de entrar al salón y cerró con cuidado la puerta tras de sí, para luego señalar las hojas que se encontraban en el taburete del piano.

- Olvidé mis partituras - admitió, avergonzada. Era muy vergonzoso que a alguien como ella se le olvidaran las cosas, más si estas se trataban de su tarea o algo por el estilo. Con el sonrojo creciendo en sus mejillas, comenzó a mecerse sobre sus talones, mientras que miraba el suelo -. La canción que tocabas... era muy bonita... - susurró.

Y tuvo ganas de darse una palmada en la frente. Realmente era pésima iniciando conversaciones.

- A-ah... ¿la compusiste tú? - preguntó, volteándole a ver.

No entendía porque estaba tan nerviosa. No era la primera vez que se encontraba a solas con el danés, por lo que debía de estar acostumbrada. ¿Sería acaso por lo que le dijo la otra vez? ¿Sobre acceder a hacerlo si él lograba hacer que se enamorara de él? Comenzó a jugar algo nerviosa con uno de los tablones de su falda.

Aquello realmente era incómodo.

- Oh... - se limitó a contestar. Literalmente, se exprimió el cerebro buscando algún otro tema para hablar - ... ¿y-y por qué aún no la t-terminas? Vas bien, aunque le falta más Do mayor que Do menor... - se sonrojó al darse cuenta de lo que decía -. O-o bueno, e-eso opino yo - apartó la mirada, apenada.

- Nein! - dijo de pronto, olvidando por una fracción de momento su timidez -. Esa canción realmente es hermosa y-y... - carraspeó un poco, intentando recobrar la compostura -. No me r-refiero a que cambies todo por Do mayor. Podrías tocar el Do mientras que usas el So y el Mi como contraparte. Eso generalmente ayuda para incrementar el ritmo de la canción y terminarla de golpe con algunos Si y Do menores.

Y entonces notó que estaba hablando demasiado. Se sonrojó todavía más de lo que ya estaba. Ella no era de las que hablaban tanto, la verdad.

Se acercó al piano para tomar las partituras con cuidado y regalarle una sonrisa apenada y nerviosa.

- Es sólo una opinión - dijo, refiriéndose a lo que antes le había dicho.

Cuando le vio sonreír de aquella manera, sabía que no tramaba nada bueno.

Y así fue, puesto que de un momento a otro se vio sentada a su lado, abrazando con fuerza sus partituras por culpa del shock emocional que estaba teniendo en esos momentos. Estaba tan cerca del danés que podía sentir el calor emanando de su cuerpo, y su aroma... Se abofeteó mentalmente ante eso. No debía de estar pensando en ese tipo de cosas.

Estuvo a punto de reclamarle, hasta que él se puso a tocar. La nueva melodía sonaba mucho mejor que la otra, y realmente era... era fantástica. No tenía otra forma de describirla. Optó por callarse y cerrar los ojos para disfrutar de la música, puesto que no todos los días se podía escuchar algo tan bello como aquello.

Cuando la última nota resonó en la habitación, ella soltó un suspiro y abrió los ojos para mirarle. No se había dado cuenta de que estaba sonriendo, ni que sus mejillas estaban más que coloreadas. Aquella melodía le había fascinado, por no decir que el final había sido espectacular.

Claro está, ella no era lo suficientemente "abierta" como para decirle todo eso al otro.

- Q-quedó... bien - se limitó a decir, no encontrando otra palabra que pudiera expresar lo increíble que había estado el soneto -. Hu-humm... ¿le pusiste nombre a la canción? - quiso saber, ligeramente curiosa.

Rió un poco, para luego darle unas palmaditas en el hombro, como intentando levantarle el ánimo. Se sintió como si fuera toda una... anciana, a pesar de que sólo se llevaran por un año.

- Bueno, tampoco es como si los grandes compositores les hubieran puesto grandes títulos a sus obras. Beethoven llamó a uno de sus sonetos "Patética", sólo porque lo había compuesto cuando andaba en sus peores años - bromeó -. Cualquier título está bien, siempre y cuando salga de... tu corazón - balbuceó, pensando que aquello había sonado muy cursi para su gusto.

Se rascó la mejilla, levemente avergonzada. El otro debía de pensar que era una tonta, o algo por el estilo. Le sonrió de manera nerviosa, mientras que buscaba algún tema del cual hablar.

- E-eh... ¿t-te gustaría tocar un dueto co-conmigo? - preguntó, casi en un susurro.

Abrió los ojos, levemente sorprendida de que el otro hubiera aceptado su propuesta. Su sonrojo aumentó, y una sonrisa algo nerviosa y tímida creció en sus labios.

- B-bueno, la e-escuché una vez, pero realmente nunca me dio por aprendérmela - admitió, ligeramente avergonzada.

Ella escuchaba más de Chopin, Mozart, Beethoven, Bach, Liszt e incluso Yiruma. De vez en cuando su hermana conseguía algún disco de música que no fuera de aquellos autores, y recordó que había puesto aquella canción hace tiempo. No estaba mal, lo admitía, pero realmente nunca se había interesado por tratar de aprendérsela para tocarla después.

Se apresuró a negar con la cabeza, de una forma algo nerviosa y apenada. Le sonrió de nuevo, de forma tímida, para luego poner sus dedos sobre las teclas sin llegar a presionarlas del todo.

- N-no te preocupes, por mí podemos tocar esa si quieres - asintió y miró hacia sus manos -. Tú sólo guíame, ¿de acuerdo? - murmuró.

Y en cuanto el otro comenzó a tocar, ella se dedicó a escuchar la canción durante un pequeño instante. Dejó que sus manos actuaran por si solas, y comenzó a seguir el ritmo del otro, de forma suave, sin querer romper la melodía con alguna nota equivocada. Sonrió divertida al comprobar que, a pesar de no haber escuchado más que una sola vez la canción, se acordaba perfectamente de las notas.