Café Prince~ (libre)

Se sentía un poco tonto, de verdad. Pero tenía que hacerlo, aunque no quisiera.

Terminó de acomodarse su mandil y guardó una libretita en el bolsillo de este. Después de repetirse unas cien veces "yo puedo", salió de los vestidores y se enfrentó a la clientela de aquel pequeño café. Sí, Canadá se encontraba trabajando en el gran "Café Prince", todo con tal de tener algo de dinero y mejorar la economía en su casa. Se sonrojó un poco cuando vio su reflejo en uno de los espejos y suspiró, cansado.

Se recargó en la barra, esperando a que algún cliente nuevo entrase para ir a pedir su orden...

Me encontraba caminando despreocupadamente con las manos guardadas en los bolsillos de mi pantalón.

Refunfuñaba en susurros cosas inentendibles, mientras que en mi mente no dejaba de repetirme con toda claridad la GRAN inutilidad de mi tonto hermano. ¡¿Quién se cree que es para irse a entrenar con ese Alemania-baka y dejarme solo?! ¡Y lo peor es que hoy tenía planeado cocinar una buena pasta para el almuerzo! En fin... él se lo pierde, no volveré a cocinarle nada.

Cuando ladeé el rostro, molesto, hacia la izquierda, pude ver un gran cartel que decía "Café Prince".

Hmm... un café no estaría nada mal, me distraería un rato, además, quería sentarme, ya me dolían las piernas de tanto caminar.

Al ingresar, noté que el lugar estaba casi vacío. Solo había una muchacha allí como cliente.

Busqué una mesa cercana a la suya, sin ser ninguna de las que se encontraban al lado.

Pero vaya sorpresa que me llevé al ver que esa chica era Isabel...

Tragué grueso.

No pude evitar pegar un brinco junto con un grito ante su repentino ataque. No esperaba que fuera directamente al contacto físico... ¡Maldición!

La alejé de forma sutil, con toda la delicadeza que pude, intentando disimular mi nerviosismo.

-I-Isabel... C-cuánto tiempo...- Bajé mi mirada cuando sentí el calor invadir de forma brutal mis mejillas. -Solo pasaba por aquí- Me excusé brevemente, mirando hacia otro lado, ¡Y rogando para que el mesero viniera a atendernos pronto!

Aunque bueno, la verdad, me daba igual si era el mesero, otro cliente, un ladrón o un meteorito, lo único que quería era un factor distractor que me librara de esto AHORA MISMO.

Mientras que terminaba de acomodar unas servilletas, notó que dos personas habían llegado al local. Tragó saliva de una manera un tanto sonora, mientras que sus mejillas se teñían de rojo. ¡Vamos Matthew, tú puedes! se dió animos en su cabeza.

Tímidamente se acercó a los recién llegados, notándo que uno de ellos era la española, sin embargo el otro aún no le conocía. ¿Acaso era el hermano de Italia? Se parecían demasiado.

- He-hem... disculpen.... -susurró quedito, tratando de llamarles la atención- ¿D-desean ordenar a-a-algo? -balbuceó.

Estaba a punto de darme un paro gracias a la velocidad con la que iba mi corazón cuando vi que Isabela se sentó en mi mesa, hasta que me pareció oír un extraño sonido cerca mío. Por un momento creí que era el zumbido de una mosca, pero tan pronto como volteé a ver me topé con el mesero.

El mesero...

¡¡Oh, bendito fuera!! ¡¡Estaba salvado!!... aunque fuera por pocos minutos.

Creo que hasta se encendieron algunos brillos a mi alrededor cuando lo miré con una gran sonrisa de alivio.

-¡¡SIIII!!- Creo que exageré al momento de contestar, pero poco me importó la expresión asustada con la que me miraba el chico. -Yo voy a pedir un café con leche simple.

Esperé ya un poco más tranquilo a que Isabela hiciera su pedido. Quería formular algún plan para escabullirme de ahí tan pronto me fuera posible, mientras que aún tuviera al mesero al lado mío y despejara un poco la tensión.

Tragué grueso. ¡Por todos los dioses griegos de la pasta y la pizza! No recordaba cuan peligrosa podía ser esta mujer.

-Verás...- Respiré profundo para calmarme y no cometer el mismo error.

Observé a mi alrededor, intentando buscar algo que pudiera ayudarme. El mesero no regresaría tan pronto... veamos... ¿Qué puedo usar...?

¡Oh, lo tengo!

Me puse de pie de un momento a otro, sin poder evitar ponerme firme como un militar.

-¡Baño!- Fue lo único que pude articular, antes de comenzar a caminar rígido, como un robot, hacia el cubículo de los hombres.

¡¡MALDICIÓOOOOOOOOOOOOOOOOOOOON!!

¡¡El maldito baño no tenía ventanas!! ¡¿Cómo se les ocurre construir un baño sin ventanas?! ¡Es inaudito!

¡Arghh! Comencé a jalonearme el cabello ante mi desespero. ¡Maldición! ¡Nunca volveré a entrar a un café!

Miré por todas partes, pero no había otra salida más que la puerta... pero en ese momento noté algo...

A un costado, colgado en un gancho en la pared, se encontraba un uniforme de conserje azul. Venía con gorro incluido.

Sonreí sin poder evitarlo, y de inmediato me lo puse sobre la ropa. Verifiqué frente al espejo que la gorra me tapara bien todo el cabello y hasta los ojos. Perfecto, así era totalmente irreconocible. Al acercarme a la puerta vi también un trapeador junto con un balde. Espléndido para complementar mi disfraz.

Los tomé antes de salir, simulando ser solo un conserje acabando de limpiar el baño.

Me sobresalté tan pronto oí su voz. Me apresuré a caminar rápidamente, intentando escapar, hasta que pronunció un nombre... No era el mío por suerte, pero por alguna extraña razón me molestó.

¿Ricardo?... ¿Quién era ese?...

Ya no pude seguir caminando. Era una tortura, tenía la salida tan cerca... pero a la vez tan lejos...

Seré idiota...

Sabía que me arrepentiría, pero aún así lo hice. Respiré hondo, y retrocedí marcha atrás rápidamente hasta volver a entrar al baño.

Me quité el disfraz de conserje y dejé el trapeador y el balde allí dentro. Me arreglé un poco el cabello frente al espejo, para luego salir.

Caminé directo hacia ella. Me sentía bastante molesto, y creo que ella lo notó. Tomé asiento otra vez en la mesa, y para disimular mi enojo saqué todo mi encanto galán. Siempre lo usaba con las chicas lindas que veía en la calle, pero nunca me había atrevido a usarlo con Isabel.

-Disculpa la demora y... Oh, por cierto, escuché por ahí que llamabas a un tal Ricardo... ¿Quién es? ¿Está por aquí?

Anotó rápidamente los pedidos, para luego correr hacia la barra. Esperó a que se los dieran, para luego colocarlos con algo de torpeza en la bandeja. Sólo esperaba no ser tan torpe como para tirárselos encima... Lentamente, y con cuidado, se acercó hasta la mesa, sólo para descubrir que la española era la única que estaba sentada.

- ¿Are? - murmuró, confundido - ¿y-y el otro chico? - le preguntó a la castaña, la cual le hablaba a un tal Ricardo(?).

¡Maldita mujer!

Intentando disimular mi perplejidad, le contesté lo primero que se me vino a la mente.

-¿Yo? ¿Vestido de conserje? ¿Celoso? Por favor, Isabel, creo que estás viendo cosas- Creo que me salió más creible de lo que pensé.

No bajé la guardia en ningún momento y me mantuve galante frente a ella en un intento por ganar terreno. Era una mujer muy astuta, asique no podía darme el lujo de distraerme.

Casqueé la lengua irritado y desvié la mirada con mi ceño fruncido tan pronto sentí que el sonrojo regresaba a mi rostro. Maldición, era tan excesivamente incómodo hablar con ella...

¿Dónde demonios se metió el mesero? Necesito una interrupción de algún tipo...

Por un momento se me iluminó el rostro al recordar que hoy me reuniría con La Familia para tratar asuntos importantes sobre la reciente reestructuración. En teoría, me tendrían que llamar en cualquier momento, o si tenía suerte, enviar a alguien a buscarme...

Pero mis esperanzas se vinieron abajo tan pronto miré mi celular y no vi ningún mensaje de ellos, siendo que la dichosa reunión había empezado hacía por lo menos media hora...

Y ni una llamada, ni un mensaje, nada... ¡No se puede confiar en la mafia de hoy en día! ¡Estoy perdido! ¡Mesero! Por lo que más quiera, que se aparezca ahora ¿Dónde está cuando lo necesito?.

Contempló todo en silencio, sintiéndose ignorado por ambos chicos. Suspiró, bueno, después de todo ya estaba acostumbrado a ese tipo de tratos. Se preguntó dónde estaría su fiel Kumachi-san (¿o sería Kumajiro...?). Pensó en irse, pero antes de dar tan siquiera un paso, perdió el equilibrio de la bandeja y le tiró el contenido de los vasos al italiano.

- ¡Gyyaaa! ¡Lo lamento! - chilló desesperado, mientras que agarraba un pedazo de servilleta, dispuesto a limpiarle.

Le iban a despedir, de eso estaba seguro. Y tal vez el chico le mataría... Aunque era más probable que pasara lo último primero, quien sabe.

De todas las probabilidades que había pensado para escapar, esa fue seguramente la única que no se me ocurrió. Fue mejor que el meteorito apocalíptico.

No pude evitar voltearlo a ver con una gran sonrisa en el rostro y un excesivo brillito en mis ojos. De haber podido lo hubiera abrazado, pero mi sola expresión seguro que ya la hizo levantar sospechas.

Sin perder más tiempo aproveché la oportunidad.

-¡Oh, no! ¡Qué mala suerte!- Exclamé poniéndome de pie y mirándome el traje manchado. -Qué pena, Isabel, tendré que retirarme. Dejemos nuestra plática para otro día. ¡Nos vemos!

Y tan pronto terminé con la despedida, huí como alma que lleva el diablo.

Finalmente me sentí libre cuando salí del local y respiré el aire fresco, sentí el calor del sol sobre mí. De haber estado desierta la calle me habría ido dando brinquitos de felicidad.

Iba tranquilo en dirección al local, aunque estaba solo seria bueno para relajarse un poco de tantas cosas que debe hacer diariamente. Cuando estaba llegando en la puerta pudo divisar al su italiano favorito que se encontraba saliendo, no pudo evitar gritar de la felicidad.
-LOVII~!!!.-Grito animadamente y se dirigió corriendo a donde estaba el italiano para abrazarlo euforicamente. -Hace tanto tiempo el jefe no te veia, fusososo~ ¿cómo has estado?.-El español frotaba alegremente su mejilla con la del italiano sureño. -Ya te vas de aquí? por favor Lovi quédate un rato conmigo~!.-No le dejo ni responder y se lo llevo arrastrando denuevo al local.

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Arruine la escapada de LoviLove~ -se siente cool (?)-

Mierda, mierda, mierda, mierda ¡MIERDAAAAAAAA! ¡Esto no puede estar pasando! ¡¿Cómo puede alguien tener tanta mala suerte?! ¡¡Te maldigo, Antonio!! ¡Mi libertad, mi escape perfecto estaba arruinado! Y lo que era peor... ahora no solo estaba atrapado con Isabel, ¡Sino también con este tipo!

Intenté resistirme, pero el español me obligó a sentarme... no se por qué será... pero tuve la extraña sensación de estar encarcelado cuando me dejaron en medio de ellos dos...

Estaba a punto de darme un ataque de histeria.

-Amm... qué pena, pero me tengo que ir, no puedo andar por ahí con esta gran mancha de café en la ropa- Me excusé mientras me ponía de pie, dispuesto a caminar hacia la salida.