Überraschung~! [Privado]

Soltó un suspiro, mientras que volteaba a ver el reloj que había en la mesita de noche. Era ya la una de la tarde, aunque bueno, el horario en Las Vegas era totalmente diferente al horario en Múnich, y él todavía no se acostumbraba a este.

Volteó a ver a la italiana que estaba a su lado, todavía dormida y desnuda. Miró el anillo que tenía en su dedo anular y sonrió, recordando a la perfección todo lo que había sucedido en la noche. Se dedicó a acariciar la espalda desnuda de la siciliana, sin dejar de observarla. Le parecía muy linda cuando dormía y no tenía ese ceño fruncido y amargado. Rió un poco y se acomodó mejor en la cama, sin dejar de hacerle mimos a la otra.

- Ich liebe dich - susurró con una sonrisa tranquila y cariñosa, una que no mostraba a menos de que se tratara de alguno de sus hermanos.

El sol era radiante completamente, iluminando el hermoso y despejado cielo. Por el cuidado césped, la pequeña niña de cabello verde intentaba alcanzar a su gemelo, quien le había quitado su collar. Al pisar mal, se tropezó y comenzó a llorar porque se le había ensuciado el vestido blanco, y su hermano de inmediato fue a socorrerla, alzándola y sacudiéndole el polvo.

"Ya, lo siento, no llores" Había dicho el mayor al sentirse culpable. "No fue para tanto".

Ella sorbió con la nariz y le miró con el ceño fruncido.

"¡Pero me manché todo el vestido nuevo!" Le reclamó. "Y fratello dijo que una dama siempre debe verse presentable para conseguir marido, ¡Ahora los niños me verán fea!" Hizo un nuevo puchero.

Su gemelo le sonrió, para luego acariciarle sin mucho cuidado los cabellos sujetos en dos coletas.

"Entonces yo me casaré contigo" Fue su solución.

"¿De verdad?" Preguntó ella emocionada, a lo que el otro se cruzó de brazos y sonrió con altanería.

"Claro, ¿Quién más soportaría tus berrinches? Si yo no me caso contigo nadie más lo hará"

"¡Oye! Qué cruel" Volvió a fruncir el ceño, haciendo que el otro riera.

"Entonces es una promesa" Ella lo miró curiosa ante aquello, y él prosiguió. "Te casarás conmigo cuando seamos grandes" Sentenció sonriente. Ella no pudo hacer más que sonreír ampliamente y asentir...

... Definitivamente, fue un hermoso sueño rememorando su niñez, y se acomodó complacida sobre el pecho masculino, pensando que era su hermano... pero entonces terminó por despertar y recordó que su hermano estaba muerto.

Se levantó de golpe y al ver al otro chilló y pegó un brinco, cayéndose de golpe al suelo y retrocediendo apresurada hasta dar contra una pared.

-¡¿Q-q-qué demonios haces tú aquí?!- Se miró y vio que se encontraba desnuda, por lo que no tardó en cubrirse como pudo con sus brazos y encogerse en su lugar. -¡¿Qué me hiciste?!- Lo fulminó con la mirada y rápidamente buscó algún objeto que pudiera servirle como arma.

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Lo sé, record mundial del post más largo(?)

Al verla retroceder y alterarse de esa forma no pudo evitar reír. Ya sabía que ella reaccionaría de esa manera, por lo que se había encargado de desaparecer todo objeto punzocortante de la habitación. Se sentó como indio en la cama, apoyando su mentón en sus manos y mirándole todavía con aquella dulce sonrisa.

- Te diría algo estúpido como: "¿Acaso no recuerdas nada?", pero es más que obvio que no - bromeó -. Anoche consumamos nuestro matrimonio, y es posible que no lo recuerdes porque estabas pasada de copas - comentó, estirándose hacia una mesita de noche para tomar el álbum de fotos que le habían dado los de la capilla y tirárselo a la italiana, haciendo que cayera a unos centímetros de ella -. Si no me crees, puedes verlo por ti misma.

Esperó tranquilo a que hojeara el álbum, pero antes de que pudiera reclamarle algo, se le adelantó, aún contento.

- Y no te obligué para nada. Simplemente te pedí matrimonio y tú aceptaste por las buenas - se encogió de hombros, esperando que las fotos donde ella saliera sonriente y contenta lo comprobaran.

Siguió mirándole de lo más entretenido. Realmente se veía mona cuando se enfadaba. Con un par de risitas, se acostó nuevamente en la cama y cruzó sus brazos tras su nuca, acomodándose mejor para seguir viéndola.

- No servirá de nada. Atranqué la puerta y esta es la única suit en todo el pasillo, nadie podrá escucharte, además de que pedí que no hicieran caso por si escuchaban "gritos" - sonrió con cierta malicia, divertido. Casi se podría decir que parecía el gato sonriente de Alicia.

Al ver su cara de horror e ira, soltó un par de carcajadas más.

- Y claro que estamos casados, quieras o no - se encogió de hombros -. El padre te dijo "¿aceptas a Dustin Beilschmidt como tu legítimo esposo hasta que la muerte los separe?", y tú dijiste que sí. Nunca mencionaron a ningún Firo o como se llame, por lo tanto no puedes decir que te casaste conmigo porque pensaste que yo era él - y sí, podría parecer un idiota de primera, pero cuando se trataba de pensar, él lo hacía mejor que nadie.

Comenzó a reír en cuanto vio sus intentos de quitarse el anillo y al ver que se acercaba al barandal. De manera tranquila, salió de la cama y se colocó sus bóxers, para luego acercarse hacia dónde estaba ella. Antes de que lograra saltar, la cargó como si de una princesa se tratara y regresó al interior de la habitación, ignorando los golpes y los insultos de la pequeña.

- Vamos, vamos~ Ya te dije que no te haré nada malo - dijo, dejándola con total delicadeza en la cama. Luego se alejó hasta sentarse en una silla que había frente a un pequeño escritorio, como diciéndole que le haría caso en todo lo que le pidiera... bueno, no en todo -. Adelante, trata de pedir el divorcio, pero tú misma firmaste un papel dónde te negabas a este. Y no creas que yo te amenacé, de hecho fue al revés - rió -. Me obligaste a que lo firmara también.

Al verla desesperarse, no pudo evitar pensar que realmente era muy linda cuando se ponía así.

- ¿Y qué importa si aceptaste porque creías que era otra persona? A fin de cuentas estamos casados, cariño - bromeó.

Haciendo un puchero algo encantador, apoyó su mentón en la palma de su mano, mientras que recargaba su codo en el descansa brazos de la silla. Aún así, no perdió la sonrisa que tenía en sus labios.

- Nunca digas nunca, liebe - bromeó, divertido -. Tenemos toda la vida para conocernos mejor - trató de persuadirla. Realmente no era mala persona, pero ella le había conocido en su peor momento y no le daba una oportunidad para demostrar que no era así -. ¿Qué te parece si comenzamos de nuevo, sí?

Se acercó unos dos pasos hacia ella, aprovechando que la silla tenía rueditas.

- Mi nombre es Dustin Beilschmidt, y represento a la ciudad de Múnich. Me gusta la cerveza, el wurst, el chocolate y los autos de carrera. Odio la impuntualidad, el calor, el color amarillo chillón y las ranas. Soy idiota, o eso dice mi hermana, a veces me enojo, pero sólo es cuando me provocan, por lo que generalmente me verás feliz - sonrió -. Tengo un Audi y un BMW, un caracol me ha estado persiguiendo desde hace unos días y la chica de la que estoy enamorado me odia - rió -. Bien, es tu turno - la señaló, incitándola a que le siguiera el juego.

Ladeó un poco la cabeza al escucharle. Esperaba conocer más de ella para saber mejor como tratarla. ¿Qué le gustaba? ¿Qué le disgustaba? ¿Le gustaba lo dulce, lo salado o lo amargo? Suspiró, algo cansado.

- ¿Firo? Creí que te llamabas Cecilia - enarcó una ceja, confundido -. Así te llamó Sakura en el café, además de que Feliciano me lo dijo la semana pasada, cuando fue a visitar a mis hermanos - explicó, recordando que el italiano había hablado emocionado de su pequeña hermana Cecilia.

Aunque ahora que lo pensaba, ella le había llamado Firo la noche anterior. Y aunque no le agradara del todo admitirlo, estaba celoso.

- ¿Quién es Firo? - se atrevió a preguntar, serio.

- Mentira - dijo, sonriendo ampliamente -. Claro que me interesa saberlo. ¿Era un amigo, un tío... un hermano? - inquirió. A él no le molestaría saber que ella estaba enamorada de uno de sus hermanos, puesto que a fin de cuentas, él también lo estuvo de su hermana.

Lo que sí quería saber era dónde encontrarlo para poder romperle el cuello, eso sí. La italiana era suya y de nadie más, aun si ella no quisiera. Y por la expresión de la otra al decir la palabra "hermano", supo que había dado en el blanco.

- Así que... te gusta tu hermano, ¿no? ¿Es igual a ti? ¿Es tu capital o algo por el estilo? - si el tal "Firo" era la capital de ella, entonces no podría matarlo como había planeado, o de lo contrario ella sufriría. Así que la mejor opción era torturarlo y amenazarle de que no se atreviera a tocarla.

Al notar su reacción algo... "explosiva", sólo atinó a parpadear un par de veces, algo sorprendido. Él no era bueno leyendo el ambiente, por lo tanto tampoco era bueno sabiendo cuando lastimaba a alguien o no. Y rara vez se daba cuenta de su error, como en esos instantes.

Apartó la mirada, avergonzado, para luego rascarse la nuca.

- Oye, humm... lo siento - dijo, aunque sabía que la otra no lo iba a disculpar -. ¿Le sucedió algo malo? - y sí, procuró ser lo más amable posible al preguntarlo. No quería que la otra se pusiera a llorar por su culpa, realmente se sentiría muy mal.

Se permitió acercarse dos pasos más con la silla; de manera lenta para no asustarla.

- Puedes contármelo si quieres. No te estoy obligando - le sonrió de manera amable -. ¿Sabes? Yo antes tenía un hermano, no sé si llegaste a conocerlo. La gente lo llamaba Sacro Imperio - su sonrisa se volvió melancólica, y su voz adquirió un tono lleno de dolor y tristeza, pero también calmado y algo alegre -. Viví con él durante un tiempo, y realmente era un gran país, a pesar de ser sólo un niño... - susurró, pero de pronto se quedó callado.

A la otra no le interesaba saber eso, ¿para qué demonios lo estaba contando? Rió un poco, evitando ponerse triste y se volvió a alejar.

- Perdón~ supongo que no debí de hablar de ello - sonrió, de manera algo forzada. Hablar del Sacro Imperio realmente lo ponía mal.

- Oh - se limitó a decir ante lo que ella había dicho. No preguntó como murió; si la otra quería hacerlo, la dejaría, pero si no, simplemente no insistiría más -. Lo lamento - dijo, totalmente sincero.

Luego se limitó a mirar el techo de la habitación, como si hubiese encontrado algo sumamente interesante. No sonrió, pero su rostro tampoco adoptó alguna otra mueca de felicidad, enojo o tristeza. Estaba "neutro".

- Mi hermano también murió - soltó, casi sin pensarlo -. Murió frente a mis ojos, cuando se suponía que yo debía de protegerle - entrecerró levemente los ojos, y después suspiró. Se recargó por completo en el respaldo de la silla y cerró los ojos, para luego señalar una puerta que se encontraba cerca del balcón -. Allí está el baño, por si quieres tomar una ducha. Mandé a pedir ropa de hombre, supuse que no querrías usar faldas o algo por el estilo. No sé si sea de tu talla, eres algo pequeña, a decir verdad - medio sonrió. Nuevamente, de forma forzada y carente de alegría.

La volteó a ver de soslayo al notar que no se había movido de su lugar. Estaba llorando, y de alguna extraña manera, era por su culpa. Eso le hizo sentirse peor de lo que por sí ya se sentía. Soltó un suspiro, para luego tratar de sonreír.

- Hey, vamos. No podrás salir a la calle si no te vistes - trató de persuadirla, pero al ver que seguía tiesa como una momia, tuvo que recurrir a la segunda opción; la cual, dejaba en riesgo su integridad como persona.

Se levantó de su lugar y se acercó a ella, ignorando el hecho de que se encogiera como animalillo asustado. La cargó en brazos, sin quitarle la sábana de encima, y luego se encaminó hacia el baño. La dejó con cuidado en un pequeño banquillo que había allí, y luego se dispuso a llenar la tina y a echarle sales y esencias para que el cuerpo se relajara mejor. Fue una suerte que esta no tardara en llenarse, y una vez que estuvo lista y con el agua a la temperatura ideal, despojó a la otra de la protección de la sábana, a pesar de su resistencia.

No la miró como hubiera querido, puesto que sabía que eso la haría enojar más. Simplemente se dedicó a meterla en la tina. Se sentó en el borde de esta, para luego tomar un poco de shampoo y colocarlo en una de sus manos, pasando después a tallarle la cabeza a la italiana.

- ¿Ves que un baño no está tan mal? Te ayuda a relajarte - comentó, con una leve sonrisa -. Si quieres puedes irte después, cuando te hayas vestido. No pienso impedírtelo - susurró. Si ella deseaba irse, pues bien, él no la retendría. Se había convertido en una especie de fiel perrito que no dudaría en hacer todo lo que su amo le pidiese, aún si esto significaba que no podría estar junto a ella.

- No lo haré - juró, con cierto dolor en la voz. Realmente le dolía que ella siguiera pensando eso de él, pero era comprensible... en cierta medida -. Puedes irte, no haré nada ni te diré nada. Eso es lo que quieres, ¿no?

Terminó de lavarle la cabeza, y pasó a mojarsela para quitarle el shampoo. Luego, tomó una esponja y le colocó jabón líquido para el cuerpo. Comenzó a tallarle la espalda, notando que en esta había una pequeña cicatriz con forma circular. Entonces recordó cuando él le había enterrado el cuchillo y lo había hecho girar para torturarla. Frunció el ceño y tuvo ganas de golpearse a sí mismo. ¿Cómo había podido hacerle eso?

Procuró no tocar sus pechos ni su intimidad, o de lo contrario la otra se enojaría cada vez más. Terminó de bañarla, y quitó el tapón de la tina para que el agua se fuera por el drenaje. Suspiró y se puso de pie para tomar una toalla y dejársela en un lugar dónde ella pudiera tomarla.

- La ropa está allí - señaló un cesto de madera -. Y la puerta tiene un seguro en la parte de abajo. Política de seguridad, o algo así - se encogió de hombros -. Iré a desayunar, así que supongo que ya no te veré - sonrió con algo de tristeza. Aquellas palabras realmente le dolían -. Puedes quitarte el anillo con jabón, ¿sabías? - y dicho esto, salió del baño.

Buscó su ropa y se la puso con lentitud. No le gustaba la idea de alejarse de ella. No la soportaba, de hecho. Era como si le arrancaran el corazón. Tomó una copia de la llave del cuarto y quitó el segurito de la puerta, para después abrirla y salir.

No quería estar allí cuando ella se fuera.