Erinnerung [Privado]

Miró a su alrededor, mientras que su aliento caliente creaba volutas de humo que se elevaban en el aire con cierta gracia. A su alrededor, la nieve, blanca como su cabello o su piel, caía en una danza sincronizada. Una danza que le traía tanto buenos como malos recuerdos.

Estaba en Siberia, puesto que había acompañado a sus hermanos a esa tonta reunión de países a las que se veían obligados a asistir. ¿El anfitrión? Rusia. Y esta vez el ruso había escogido a Siberia como lugar para llevar a cabo la junta. Bufó, haciendo que unas nuevas volutas saliesen de su boca. Se acurrucó dentro de su abrigo, mientras que se sentaba en un pequeño columpio que había en el parque cercano al edificio de reuniones.

Mientras que se columpiaba, a su mente acudieron recuerdos. Memorias de aquellos años en los que había estado junto al soviético mayor. Su mano enguantada fue a parar a su garganta, dónde aún estaba la pequeña marca de la correa que alguna vez había tenido que usar.

"Da~ Es para que no se escapen" Había dicho Ivan, mientras que les miraba de una manera un tanto sádica tanto a ella como a su hermano, Gilbert. Después de que él dejase de ser el Gran Reino de Prusia y ella Berlín. Vale, sí, aun se le consideraba parte de la capital, pero simplemente era el Este. La República Democrática Alemana. La zona germánica que fue controlada por Rusia después de que el Eje perdiese en la Segunda Guerra Mundial.

Cerró los ojos, sintiéndo un nudo en la garganta, sin lograr evitar que las lágrimas se acumulasen en sus ojos...

Se encontraba caminando con sus manos guardadas en los bolsillos para protegerlas un poco del intenso frío, mientras que caminaba por la espesa nieve. Todo ese asunto de la reunión lo estaba estresando bastante, por lo que decidió salir un rato a tomar un poco de "aire fresco"... Si bien era el anfitrión -cortesía de Iván, quien ni siquiera le preguntó-, y su naturaleza interesada lo impulsaba a mantener las buenas relaciones, debía admitir que era un verdadero fastidio tener a todos esos intrusos ensuciando su blanco territorio.

Sumido en sus pensamientos, llegó sin notarlo al pequeño parque cercano al edificio, y notó allí a una muchacha, sentada en uno de los columpios. Se veía dispersa, mirando sin mirar el blanco decorado natural de nieve que formaba el suelo, por lo que no fue muy díficil el acercársele sin que ella lo notara. Y ahora que tenía la posibilidad de verla más de cerca, logró reconocerla... ¿No era ella Berlín del Este?... Una sonrisa un tanto perturbadora se dibujó en sus pálidos labios.

-Buenas tardes, señorita María- Saludó formal, llamando así su atención, ahora con su cálida y amigable sonrisa. -Qué coincidencia... No imaginé que hubiera otra persona dispuesta a enfrentar los vientos helados de Siberia, rondando por aquí afuera...- Comentó casual, observando los blancos y solitarios alrededores.

-¿Me puedo sentar?- Inquirió regresando la mirada ahora a uno de los columpios que se hallaban a su lado.

"Prometo que pronto se acabará todo esto, Maria. Te lo prometo..." Escuchó la voz de su hermano, lejana y distante entre sus recuerdos, para luego dar un respingo al escuchar una voz que se le hacía terriblemente familiar.

- Braginski - espetó, molesta, mientras que fruncía el ceño. Suspiró, algo molesta e irritada, pero las cicatrices que marcaban su cuerpo le advertían que era mejor no hacer enojar al ruso - Haz lo que quieras - se limitó a contestar, mientras que comenzaba a columpiarse.

Eso le trajo más recuerdos. Cómo aquellos tiempos cuando apenas era una nación (o capital en su caso) recién creada. Pasaba horas con su hermano, luchando contra los demás países para tratar de ser los mejores y molestando a Hungría y a Budapest. No pudo evitar soltar una pequeña risita cuando ella creía ser niño en su infancia. Al parecer le afectó el estar rodeada de muchos hombres...

- ¿No deberías de estar en la reunión? - inquirió, mirándole con una ceja enarcada -. Eres el anfitrión.

Sin deshacerse de su falsa sonrisa, tomó asiento en uno de los columpios, justo a su lado.

-Lo estaba, pero... es un tanto sofocante el estar allí con tanta gente...- Por un momento, su voz cobró un tono ligeramente macabro. -Por eso decidí salir a pasear un rato- Agregó ahora con un tono más "amigable", centrando su vista en ella. -Además, aún falta poco más de una hora para que comience la reunión... Da~

Tiempo suficiente para entretenerse un rato allí afuera con aquella inesperada compañía.

La observó mecerse como una chiquilla, mientras que los blancos copos de nieve caían con gracia sobre ellos.

Tembló ligeramente al escuchar el tono un tanto macabro por parte del ruso. Sólo esperaba que él atribuyera eso al clima helado del lugar. Hizo una mueca de molestia al escuchar que aún se quedaría a su lado. Eso no le agradaba, para nada.

- Rusia se molestará contigo - murmuró, sin voltear a verle y sin dejar de columpiarse. Conocía al ruso mayor lo suficiente como para saber que aquel tipo de irresponsabilidades lo hacían cabrearse en extremo. No por nada los bálticos le temían.

En ese momento, otro recuerdo asaltó su mente. El día en el que ella y su hermano llegaron a la casa de Ivan. Los bálticos les dieron la bienvenida, junto con la hermana mayor del ruso, Ucrania. Y aunque en un principio se comportaron ariscos y desagradables con ellos, al final terminaron tomándoles cariño, y, de alguna manera u otra, fueron su suporte para evitar caer en la locura durante su estadía en aquel lugar.

Lo único que no le agradaba recordar del todo era a la bielorrusa. Aún recordaba cuando, en un arranque de celos, la chica le había cortado el cabello hasta dejarlo a la altura de su mentón. Sin pensarlo, una de sus manos fue a parar hasta uno de los mechones de su blanco cabello, el cual se agitaba en el aire.

Regresó su vista al frente, mirando divertido la nevada.

-Da~ ya le pedí permiso- Anunció sin perder su sonrisa. Además, ni él estaba tan loco como para enfrentarse a un molesto Iván. Estaría en el edificio a la hora indicada, ni un segundo tarde... ya sabía perfectamente las consecuencias de hacer enfadar a su hermano.

Miró de reojo las acciones de la albina, suponiendo acertadamente el hilo de sus pensamientos.

-He oído que Bielorrusia llegará un poco tarde...- Comentó casualmente, con una sonrisa que bien podía ser tanto discreta como cruel, mientras que su vista se concentraba en el rostro de la muchacha.

Un escalofrío le recorrió toda la columna al escuchar la mención de la bielorrusa. Se aferró con fuerza al columpio, bajando la mirada mientras que sonreía levemente.

- Oh... ¿de verdad? - dijo, tratando de no sonar asustada o algo así. Bien, al parecer esa era una razón más para no ir a la estúpida reunión esa. Suspiró, dejando de mecerse durante un rato, y casi sin poder evitarlo, volvió a recordar los momentos que había dejado muy enterrados en lo más profundo de su memoria.

Recordó cuando después de que el ruso abusara de ella por primera vez, Natasha apareció en su habitación. No pudo defenderse cuando la chica la golpeó por haber estado con su "querido" hermano. ¡Já, como si ella hubiese querido! Sin embargo, no había tenido las fuerzas suficientes como para regresarle tan siquiera un solo golpe.

Suspiró nuevamente, volteando a ver al ruso.

- ¿Y tú qué? ¿Qué haces aquí?

Vaya espectáculo que fue el ver su rostro. Sin duda, un gusto tan retorcido y macabro que solo él como sus hermanos serían capaces de disfrutar.

Le sorprendió un poco la pregunta, puesto que eso mismo ya lo había dejado en claro con anterioridad... ¿Tan perdida se encontraba en sus pensamientos que ni era capaz de mantener el hilo de la conversación? De ser ese el caso, solo lo haría más interesante para él...

Optó por contestarle con otra pregunta.

-¿Qué haces tú aquí, Maria?... ¿Acaso piensas faltar a la reunión?- Cuestionó con cierta diversión. -Estoy seguro de que Ivan se enfadará contigo si no te ve allí... Da~ -Soltó aquello último con toda la intención, curioso ahora por presenciar su reacción ante la mención del ruso.

Odiaba eso. Odiaba que le contestaran con preguntas. Sentía que manipulaban sus pensamientos, y eso le hacía sentirse débil... vulnerable. El sólo escuchar la mención del ruso le hizo hacer una mueca de miedo, sin siquiera darse cuenta.

- P-puedo saltarme la junta si quiero - farfulló, tratando de parecer fuerte -. Yo ya no soy una capital, ¿lo recuerdas? Berlín Este dejó de existir cuando el Muro se derrumbó - dijo, volviéndo a mirar hacia el frente.

Y sí, nuevamente un recuerdo apareció en su cabeza. Recordó cuando el Muro de Berlín cayó, y por primera vez, ella y Gilbert fueron libres. Tuvo que noquear a su hermano antes de que este cometiese la gran estúpidez de querer golpear al ruso antes de regresar a la casa de su hermano menor, Alemania. Sonrió contenta, ese sin duda, había sido el día más feliz de su vida. El día en el que por fin pudo volver a abrazar a sus hermanos...

-Oh... ya veo~- Inquirió algo divertido, para luego continuar con su pequeño entretenimiento. -¿Entonces puedo preguntar por qué estás aquí?... No has pisado territorio ruso durante un largo tiempo...

La miró fijamente, con sus ojos levemente entrecerrados, y no necesariamente a causa del helado viento que recorría el parque. Su leve sonrisa parecía dar la impresión de haber dejado de ser "amistosa"... Pero aquello claro, fue solo durante algunos segundos en los que se concentró en descifrar los pensamientos de la prusa, observando su rostro.

Frunció el ceño. No necesitaba que le recordasen el hecho de que no había ido a Rusia desde hace ya 20 años.

- Vine a acompañar a Ludwig y a Louise - se limitó a responder. Ella no estaba acostumbrada a llamar a sus hermanos menores con sus nombres de países, puesto que eso le hacía sentirse distante a ellos. Creía que si los llamaba con su nombre humano, su "lazo de hermandad" se haría más fuerte.

Sonrió ligeramente cuando recordó el día en el que ella y Gilbert encontraron a los pequeños Alemania y Berlín Oeste. En aquel entonces, la albina había estado deprimida debido a la muerte de su hermanito menor, el Sacro Imperio Romano Germánico. Sin embargo, esa noche llegó Prusia a la casa, con dos pequeños niños sucios y heridos en los brazos. "Él es Alemania, y esta de acá será tu otra mitad, Berlín Oeste" Le había dicho su hermano mayor, y ella no hizo preguntas. Estaba feliz de volver a tener a dos hermanitos a los cuales cuidar.

- Hace más frío que de costumbre - indicó -. ¿Acaso estás feliz, Siberiano? - preguntó de manera burlesca, usando aquel apodo que sabía que el ruso odiaba. Si él podía hacerla enojar, entonces, ¿por qué ella no podía hacer lo mismo?

Sonrió con sorna. Este sería un juego divertido.

Entrecerró sus ojos por un momento, tornándolos fríos y macabros en una silenciosa amenaza, para luego volver a ocultarlos tras sus párpados y esbozar nuevamente su falsa sonrisa.

-Por supuesto, Da~ el frío siempre me pone de buen humor...- Miró hacia el frente, centrando su atención en la nieve que cada vez caía con más intensidad. -¿A ti no, prusiana?- Inquirió con el mismo falso buen humor.

Claro que le encantaba la nieve y el frío... era tan blanca... tan blanca que cualquier mancha de sangre podía resaltar y distinguirse a kilómetros de distancia.

-A Ivan y Natasha también les encanta el frío...- Comentó ahora, recordando cómo sus hermanos se divertían torturando a los prisioneros con el congelado ambiente.

Tembló un poco al escuchar aquello, recordando todas las veces en las que el ruso y la bielorrusa los torturaban a ellos en ese clima tan extremo. Una vez se había enfermado de pulmonía por ello, y a pesar de ser una capital, creyó que iba a morir.

- ¿Y a mí que me importa lo que les gusta o no a ellos? - preguntó secamente, mientras que enarcaba una ceja, queriendo parecer alguien al que no le afectaban ese tipo de comentarios. Soltó un suspiro y sacó su cajetilla de cigarrillos, al igual que un encendedor. Colocó su cigarro en su boca y tras un par de intentos para encender su encendedor con los dedos enguantados, pudo sacar una pequeña flama.

Mientras que le daba una calada a su cigarro, le pasó la cajetilla al ruso. No porque tratara de ser amable con él, pero de verdad que no deseaba hacerlo enojar. No cuando sus hermanos estaban en su territorio.

- ¿Quieres? - preguntó.