Vacaciones en Chile (Exclusivo Chile/Manuel) (R+18)

El rubio se encontraba abanicandose bajo la sombra de un inmenso quitasol que evitaba que el sol enrojeciese su delicada piel blanca. -Esto es el paraiso- murmuró mirando trás sus anteojos de sol a las muchas turistas argentinas que visitaban esa playa cerca de la region vital de Chile.
Hace no mucho había decidido darse un descanso del ajetreo que significa ser un país, ¿Qué mejor que viajando a la agradable zona de Viña del mar? Además del obvio hecho de que no muy lejos de alli estaría su amado manu, solo en bermudas.
Sonrio de forma pervertida al imaginar la cara del chileno mientras él le pidiese un beso. Era épica. Sabía que su nación vecina no era indiferente a los mimos que siempre mostraba por este; así que decidió que esta vez sería la vez definitiva. Haría que Manu aceptase su amor por el más groso.

Con ese pensamiento, se relajó en la silla de playa mientras observaba el mar. -Esta vez no escaparás, che manu. Vos sos mío.

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Espero que esté bien >////<

Tanto mar ya me mareaba, y la sombra no era suficiente para apagar el calor que azoraba al Argentino, por lo que decidió ir por algo de beber. No estaría mal algo de mate, después de todo, pero ¿Dónde lo encontraría en Chile? Respingó la nariz, su Manu era un amante del té, al igual que el pirata ese.
Mal humorado ya, pudo divisarlo. Manu. Su Manu, allí, con el rostro de alguien que estaba muy cansado, azotado por el sol y quizá un poco pensativo. -Oh, mi flaco, ¿Por qué no te sacás la polera Chilito mio?- pensó esbozando una sonrisita que cualquiera podría identificarla. Era la misma sonrisa que siempre tenía cuando le veía. Guiado por sus pensamientos se acerco rapidamente al castaño para saludarlo y, así, aprovechar de acosarle hasta hacerlo sonrojar. ¡Cómo le gustaba hacer aquello!

Puso su mano en el hombro de Manuel, obteniendo como primera reacción un -¿Y vo, qué hací aquí?-

-Tan amable como siempre, mi flaco.- Dijo con una sonrisa de sorna Martín, y sin previo aviso lo abrazó por el cuello. -Mi Manu, vine aquí solo para verte. Vos sabés que te amo. ¿Me besás ahora?- Luego de decir aquello se acercó muy lentamente a Chile, el cual se sonrojaba a más no poder, y apartaba la cara.
-¡Anda, Manu! Uno chiquito.- Decía, buscando los labios del otro, mientras toda la gente observaba la escena bastante desconcertados. -¡Manu, por favor, si nos amamos! No mientas al mundo, che, sabés que no podés vivir sin mi.- Hasta que logro por breves instantes su cometido. Posó sus labios sobre los de su amado vecino, mientras éste abría los ojos por el desconcierto. -Yo gano, mi flaco.- remató Martín con otra de sus grosas sonrisas.

El Argentino vio con una expresión de ganador cómo su Chilito se limpiaba los labios con la mano. -¡Es tan lindo cuando hace eso!- pensó. Sin embargo luego ocurrió algo que no esperaba, su Manu caminaba lejos de él, con el ceño fruncido y a gran velocidad, como si escapara. ¿Quién se creía? ¡Él era el gran Martín! No podía escapar de él así como así.
Caminó a su lado en silencio, esperando la oportunidad para acosarlo nuevamente; mas éste parecía demasiado enojado por su orgullo arrebatado de chileno, como era de esperarse. Pronto, Manu se giró para ver si Argentina le seguía, a lo que Martín respondió con una risita. -Mi flaco me extraña aun si no lo reconoce.- se dijo, divertido del rostro que mostraba su vecino.

Buscó su mano para hacerle saber que estaba a su lado, a lo que Chile respondió sobresaltandonse y negandose a tomar su mano. -Es testarudo, ¡cómo me gusta!- se dijo el Argentino aguantando las ganas de abrazarlo por lo tierno que llegaba a ser.
-¿Querí… un helado? Yo invito.- dijo tímidamente su flaco, apartando la mirada avergonzado.

Le sonreí y asentí de forma que entendiera. -Sabés que me amás, chileno.- le dijo a Chile, esperando por su reacción sonrojada y su enojo obvio.

Se pararon a comer helados en una tienda cercana. Martín bromeó diciendo -¿Tiene uno sabor Manu?- para luego carcajearse otro poco de su amado Manu.
Chile pidió el suyo y comieron tranquilos (tranquilos de la forma más tranquila en que podría hacerlo martín, es decir, intentando tocar a Manu). Cuando acabaron el argentino tuvo una grosa idea -Che, flaco, ¡vamos a nadar!- exclamó de forma infantil, arrastrando a Manuel consigo hasta la orilla de la playa mientras este se negaba y pataleaba. -No seás boludo, Manu, vamos, que no te violaré aquí mismo.

Manu cada vez se negaba más y más con gruñidos y palabras que el argentino no llegaba a comprender del todo, puesto que no le escuchaba con mucha atención. Él solo tenía la ocurrencia de ver a chile completamente empapado. Hasta que el chileno dijo algo como -¡No puedo nadar!-anuncio entusiasta- Te dan calambres en la pancita, si nadaí después de comer.- Y su rostro se relajo por completo, con un deje de esperanza en sus ojos marrón.
-Tonterías de tu abuela Mapu, che, no seas boludo, vamos.- le dije riendome de su tierna excusa, le revolví el cabello y seguí con mi plan de ver a Manu mojado.
El argentino siguió cantando cosas tales como "Te quiero comer la boca sin dejarte respirar." mientras tomaba fuertemente la mano de su amado. ¡Estaba tan feliz en esa situación! Con Manu, refrescándose en el suave oleaje. Su sonrisa no podía ser más grande, por lo que ignoraba completamente al chileno, que intentaba por todos los medios zafarse del agarre de sus manos gritando improperios en su extraño dialecto. Y se adentraban más y más en el mar.

Hasta que llegaron al punto en que sus pies apenas rozaban la arena del fondo, fue allí cuando sucedió. -Manu ¿Qué hacés?- preguntó Martín sintiendo cómo el castaño comenzaba a acercarse más a él. -Sé que me amás aunque no lo reconozcas.- agregó sin esperar respuesta alguna por parte de su compañero.
Y así llegó el punto en que Martín era el que sostenía a un Chile que parecía extremadamente asustado por algo que él desconocía. Sin embargo le agradaba, ya que Manu tenía enredada una de sus piernas en las de él, y sus brazos alrededor de su cuello. ¡No se iba a quejar, che!

-Manu.- susurró el enérgico argentino con otra sonrisa. -Sos tan tierno, mi flaco.- Dijo con gran alegría, y lo abrazo mientras los mantenía a ambos a flote. -Ahora ¿me besás che?- dijo con su atractivo acento insinuandose. Esperó la respuesta por parte del chileno.

Muy bien, era cierto, Martín se había resentido mucho al escuchar las últimas palabras de su amado Manu en ese dialecto que solo un chileno entendía del todo. ¿Cómo le dejaba con los labios estirados de esa forma? ¡Esta se la pagaría con creces! ya vería, su vecino. Pero todo el torbellino que se había formado muy su groso orgullo se vio disipado cuando su Manu fue arrastrado lejos.
-¡Manuel!- exclamó asustado el argentino. -¡Manuel!- volvió a llamar. ¿Es que acaso el boludo chileno no sabía nadar? Oh, claro, ello se debía el por qué no deseaba entrar al agua. Martín, con su ego y todo, quiso golpearse, había expuesto a un gran peligro a su amado. Y Manu no sabía nadar.
Bastante asustado, comenzó a nadar en busca de su chileno, sintiéndose cada vez más preocupado al no hallarlo, hasta llegar al punto de la desesperación total. ¿Y si le pasaba algo? ¡Aún no lograba hacerle confesar su amor por él! Se sentía tan tonto...y sólo. La angustia se albergó en lo más hondo de su corazón de gran ego.

A punto de rendirse, y -a pesar de su carácter- ponerse a lloriquear, lo vio, allí, pataleando con todas sus fuerzas.

Muchas burbujas salían de sus labios abiertos en un grito ahogado por la salada agua del mar. Se zambulló en busca de Manuel a toda velocidad ¡Gracias a Maradona el era tan groso y sabía nadar muy bien, che! Por lo cual llegó de inmediato al lado del cuerpo ya inconsciente del chileno. -¡Mi flaco, resiste!- le dijo mientras nadaba lo más rápido posible hasta la orilla de la playa. Al llegar, mucha gente se le quedó mirando curiosa, mientras el salvavidas se abría paso a través de los curiosos que rodeaban a la peculiar pareja. -A un lado.- le dijo a Martín empujándolo hacia atrás, poniéndose en posición para practicarle respiración boca a boca al moribundo y pálido Chile.

-¿Y vos quién te crees que sos?- le espetó el argentino al salvavidas. -Nadie toca a mi Manu más que que yo, ¿me oyes boludo?- Se posiciono al lado del chileno ante los reclamos del salvavidas.

-¡Idiota, necesita que alguien con experiencia le ayude!- le gritaba el hombre.

-Yo tengo experiencia besando, debe ser lo mismo.- dijo el argentino con orgullo.

-No seas...- El salvavidas ya no aguantaba mucho. ¡Cómo se notaba que ese era un argentino con ganas! -Bien, yo pulsaré 30 veces su pecho, entonces tu le das dos bocanas de aire.- Acoró el paciente hombre.
Pasada las 30 pulsaciones, Martín se acercó a los labios de su amado y liberó el aire directamente en sus vías respiratorias. Luego de varios minutos practicándolo, Manuel comenzó a reaccionar...

Manu se encontraba apoyado en el barandal del balcón que tenía el hotel en que el argentino se estaba quedando; con el rostro de quien se encuentra reflexionando muy lejos de allí y con...¡Una taza de té en las manos! ¿Por qué tenía tanta influencia del pirata ladrón ese, che? Eso le hería el gran ego a Martín. -Chile, ¡vos sos solo mío!- le espetó acercándose a donde se encontraba, para posteriormente abrazarlo efusivamente.
A lo que recibió por respuesta un -Sale pa' allá fleto, no digaí tonteras. Suéltame.

Martín solo sonrió como siempre. -Sos tan lindo cuando te sonrojás, mi flaco.- Argentina se rió de esa forma tan peculiar, mientras Chile solo intentaba esconder su sonrojo tras las palabras hirientes que no hacían más efecto en el argentino que amarlo aún más.

-¿Por qué tenís ese chichón en la cabeza?- Preguntó curioso Manu, indicando cierto sctor levemente rojizo, en el rostro de su vecino. Sin decir que lo que más le extrañaba es que no se quejara de que le habían dañado su "hermoso rostro".

Martín rió por lo bajo recordando el golpe que le había dado el chileno entre el lapsus que le hacía respiración boca a boca al chileno todavía estando inconsciente. -Es solo producto de tu amor y lujuria Manu, che~- bromeó divirtiéndose a costa de las reacciones de su acompañante.

-No hablís weas, argentino...- Acabó por decir el chileno. -No me voy a preocupar más por vo.

Argentina se rió como siempre y tomó la mano de su acosable vecino, el cual no retiró su mano inmediatamente, sino para beber otro sorbo de su té.

Un silencio cómodo se instauró entre los dos -Manuel aún bebiendo su té, y Martín sin intentar poner sus manos sobre las regiones vitales del chileno.- Disfrutando de la brisa marina, y el groso espectáculo de las estrellas por la noche. Claro, no se podía esperar demasiada tranquilidad teniendo a un argentino allí. Éste, entrecerró los ojos y miró a Manu con picardía.

-Che, flaco...yo prometí no violarte en la playa misma, pero nunca prometí que no podría hacerlo ahora.- insinuó el rubio, acorralando al castaño contra el barandal. -No irás a saltar para evitarlo, che. ¿Cierto? El re groso Argentina sabe que vos querés también.- susurró en su oído. -Vamos, aquí nadie te llamará fleto, Manu~- alargó su nombre lo suficiente para hacer que el castaño adquiriera un tono rojo intenso.

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Etto, creo que deberíamos cambiar a +18? -///- no? Traumatizaremos a los niños~~

El rubio esperó sin borrar su sonrisa arrogante, con una de sus fornidas piernas entre las de Manuel, la espalda curva, una luna de oro bordada sobre el bolsillo izquierdo de su pantalón, la mitad de su pecho asomado por los botones abiertos de la camisa, sus manos delicadas sostenido un mentón tembloroso. De pie a su lado, con sus ojos marrones abiertos de par en par, Manuel se recordaba que todos debíamos morir alguna vez…

…Y no fue hasta que se giro un poco y logro ver la aterradora altura desde aquel balcón hasta la calle cuando se convenció que de poder huir prefería hacerlo entero. ― ¡De-Déjame salir de una buena vez, fleto-Martín! ¡¿N-No veí que no tengo ganas de jugar con..?! ― Martín selló sus labios rápidamente. Mientras una de sus manos sostenía la nuca de su amante, la otra encarcelaba el puño en el que se había transformado su mano. Manuel se negaba a corresponderle, a pesar de los latidos acelerados, el calor entrer sus dedos, y lo incomoda que se había vuelto su ropa. Algunos segundos después fue accediendo, poco a poco, su puño se volvió una caricia, y su nuca un ramo de nervios.

― Martín…Martín…― Y prosiguió un murmullo de palabras apagadas en la lengua del otro, mientras un dedo del Chileno tocaba los labios del Argentino y dibujaba su contorno en una caricia muy leve.

Martín gimió rendido, se tragó sus palabras de victoria y egocentrismo, dejando caer el resto de su cordura al piso. Manuel le tomó la cabeza y la atrajo hasta su cuello, donde el Argentino se sintió libre de morder, y lamer todo lo que deseara. Sus cuerpos se acercaron más, sintiendo fiebre, sed, calor, deseo.

Habían desatado una verdadera tormenta eléctrica, que los reduciría a cenizas estelares, danzando una al lado de la otra, acompasándose con dulzura. En aquella orquesta dirigida por el corazón, y protagonizada por el cuerpo. No había escapatoria.

La punta de la lengua de Martín recorrió la mejilla, el labio, el mentón, el cuello, llegando a la frontera delimitada por una playera negra. Busco quitar aquel estorbo a tirones, pero decidió saborear la expresión de su amado mientras lo hacía. Cuando se encontraron frente a frente jadeantes y ensimismados. Supieron que era hora de algo más…

… Por esto, entre tropezones, caricias y gemidos, cruzaron el umbral de la puerta.

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El aire no parecía ser suficiente para ambos en la habitación, debido a los constantes suspiros y gemidos por parte del chileno. Martín -tan re grosso siempre- había dirigido a Manuel contra la pared; le gustaba sentir que tenía el control de la situación. Ahora, iba a poseer a su flaco, y nadie se interpondría.
La polera del chileno se había perdido ya en el balcón, por lo que el argentino y su curiosa lengua tenían la oportunidad de lamer, morder, poseer cada palmo de la piel expuesta de su cuello para así, ir bajando hasta perderse en la llanura de un pálido pecho, sin demasiada musculatura marcada; dejando un camino brillante a su paso, y los constantes jadeos de Manuel resonando en el caldeado ambiente.

-Sabés tan rico, mi Manu.- susurró el argentinom mientras bajaba hasta el estomago del chileno.

-Ca-callate weón.- espetó Manuel de forma entrecortada y lanzando los gemidos que ya no podía contener demasiado bien. Estaba siendo aprisionado con mas fuerza, por lo que casi no había espacio que no fuese llenado por completo por el Argentino. Si bien eso era de "fletos y huecos", diría Chile, hizo una petición. -¿Po-podemos ir a la cama ahora, Martín fleto?- preguntó titubeante.

Martín sonrió con lujuria y llevó al chileno rapidamente a la cama, desahaciendose de los pantalones de éste y de la camiseta de él de forma mágica. -Sabés que me amás, che.- dijo, arrojando a Manu sin cuidado, y posicionandose a gatas arriba de él.

-Fleto.- masculló el chileno más avergonzado que nunca.

-Yo tambien te amo, mi flaco.- Dijo Argentina, y se sorprendió gratamente al ver que el chileno acariciaba su torso con cierta renuencia. Despúes de todo no le era tan indiferente. Iba bien hasta que Manuel osó tomar a misiones -el rulo heredado por la influencia italiana- del argento entre sus dedos y acariciarlo muy lentamente.

-Manu ¿Que hacés, che?- digo, levemente sonrojado Martín, gimiendo.

-No creiai que te iba a dejar hacerme cualquier cosa tu no más, ¿Cierto?- contestó el chileno, aún debajo del rubio. Su victoria iba viento en popa, de no haber sido porque la mano del argentino se infiltro por sobre su ropa interior, palpando a su capital, Santiago. Manuel soltó a misiones se dejó acariciar.

-Aquí, yo soy el seme, mi Manu.- dijo Martín relamiendose los labios.

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Cris, mira mira soy el seme -?- sonrojate, anda che~~

Se miraron a los ojos unos minutos eternos, con la mente en blanco. Manuel no sentía ninguna emoción más que la de su alma inquieta, olvido la vergüenza, como si todo ocurriera en una tarde soleada, tras la gastada pantalla de un cine. ¿Es qué acaso todo eso era un simple sueño? Era posible, ya que una suave luz azul inundaba la habitación, la luna estaba roja, y desde los grandes ventanales se le veía tomar posesión de las estrellas titilantes. Tal y como Martín tomaba posesión de su ser. Sin quitarse los ojos de encima en ningún instante. El Argentino alargo sus dedos fríos y rozo el miembro erecto de su amante, quien terminó respondiendo a la caricia con un sollozo sufriente. Ambos cerraron los ojos. —Ah… Estas jugando sucio, Argentino…—murmuró Manuel al sentir la palma suave, cerrándose, subiendo y bajando a un ritmo letal.

—¿Jugando sucio, pibe…? ¿Cómo le llamás vos a lo que le has hecho a misiones?—Manuel lo envolvió con sus brazos, y lo besó en el oído—Yo... ah…Le llamó tácticas de ataque…—de aquí en adelante las palabras se volvieron innecesarias, al menos por parte del Chileno. Con el ego por las nubes, Martín siguió masturbando a su amante. Tramposo, tramposo, repetía con su aliento húmedo chocando en el pecho desnudo, calentando las marcas rojas, entibiando la sangre de una boca ardiente, con lamidos urgentes, y mordiscos breves.

Mientras el Argentino besuqueaba su mentón y su cuello, sin dejar de manosearlo, los dedos de Manuel manipulaban el cierre y le bajaban el pantalón. Desde centímetros de distancia, vio su masculinidad apuntándole sin subterfugios, y sin pensárselo dos veces, abrió la boca...

—No lo hagas, —con besos sobre los parpados, las mejillas y los brazos. Martín detuvo a su pareja—Mi Manu—sonrío—Déjale estas cosas a alguien tan grosso como yo.

Tirando a Manuel contra la cama, una vez más, el Argentino estaba listo…

…Lo que sorprendió al eclipse aquella noche húmeda, fue el gritó visceral que irrumpió la calma.
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>///< ah~Paly~! Es tu turno~*pincha y huye*

Había tenido que detener a su Chile de poner su boca en Buenos Aires. Si alguien allí iba a dar placer, ese seria el más grosso argentino que existía. Arrojó a su Manu una vez más a la cama y lo estrechó entre sus brazos mientras entraba, lo poseía con lentitud, esperando a oír los hermosos y desgarradores gemidos soltados por el castaño, los que llegaron en cuanto Martín decidió que era hora de aumentar el ritmo paulatinamente.
Ya dentro del chileno, comenzó a moverse, sin poder contenerse demasiado bien mientras embestía con cierta ternura. Las manos de Manuel se asiaron con fuerza a la espalda del argentino, hundiendo las uñas en la piel blanquecina del rubio, presion que aumentaba a medida que Argentina dejaba de ser delicado y proseguía a intentar dar aún mas extasis a su amado.
Argentina se dejó herir mientras atrapaba los gemidos desgarradores del moreno en su boca. Paseaba su lengua lentamente por los hinchados y húmedos labios de su, ahora, amante, mientras sus manos agarraban las sábanas de la cama ya desecha.

-Hmm...Mar-Martín.- gimoteó Chile con dificultad, intentando controlar sus impulsos. -Dime...otra vez que me amaí...fleto.

A pesar de todo, Argentina encontró el momento para sonreir con orgullo y su altanería característica. Mordió el lobulo de la oreja del castaño. -Mi Manu...- susurró dejando escapar sus propios suspiros al sentir que llegaría al punto más alto de extasis. -Te amo desde que te vi por primera vez...

-Yo...- Chile no terminó su frase, sino que se deleitó varios minutos viendo la incertidumbre que nunca veía en el rostro de su vecino. ¡Cuánto ansiaba que Chile lo dijera! Con todas sus letras, sonidos, su boca...-te amo, hueco.

En respuesta, el rubio mordió, lamió y succionó el cuello del chileno, dejando sin duda, muchas marcas rojiza, hermosos chupones que se quedarían allí por lo menos cinco días antes de desaparecer totalmente. -Vos siempre fuiste mio, mi flaco...- Su voz sonaba entrecortada y de tantos suspiros, gemidos, calor, sudor y piel, ambos se hacían un todo. Un todo con un equilibrio preciso. Las palabras quedaron de lado ante el acto, no existía aquella moral que regía al chileno con severidad. No, él no era un "fleto" solo...amaba a su vecino, aún si su amor estaba mal.

Martín sentía que ya no podía más. -Manu, yo...voy a...
-¡Hazlo!- interrumpió de un grito el chileno, sintiendo que no podría aguantar mucho más tampoco él. Sonrojado y exausto por el ejercicio, Manuel se encontraba alejado de lo mundano más que nunca. Solo existía un argentino de sonrisa altanera en su brubuja.
El culmine de la unión ocurrió en un estado de total placer para ambos, un extraño nirvana que había traido consigo más de un gemido salvaje e inhumano, música para ambos.
Y así ocurrió. Un estallido que avisaba el término para ambos. Martín, agotado y sudado cayó a un lado de Manu, quien tenía los ojos cerrados y respiraba agitadamente. El rubio se tomó el tiempo para observerlo un momento, acariciando sus rojizas mejillas mientras todavía podía....Después de todo sabía que el chileno nunca aceptaría que lo amaba en público. -Yo de verdad te amo, che. Eres hermoso, Manuel.- susurró y entrelazó sus manos sintiendo una profunda sensación de serenidad, aún ante el hecho de la tristeza que sentía porque su Manu no lo reconociese ante los demás.

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-muere de blush- quedó pasable? Is...my first time~ >///< -die-

“Te quitabas la camisa del torso, te arrancabas los zapatos, tirabas a un rincón tu holgado pantalón, de tela, me parece, y te peinabas el cabello con los dedos, para dejarme ver tus ojos inquietos. Tenías la piel erizada y reías. Estábamos tan próximos que no sabía donde terminabas tú, y donde iniciaba yo, casi no podíamos vernos, envueltos en el calor y el olor que hacíamos juntos. Te deslizabas, me recorrías, me trepabas, me envolvías con tus brazos pétreos, te sentía, te siento aún, no una si no mil veces, ahora te ruego que vengas, ven, ven con tus labios y repósalos sobre los míos. Si te sigue molestando mi orgullo ve como te has desecho de él, ve como nos vemos libres de cualquier prejuicio. Ven… Mira como te necesito.” Con los labios rotos, hinchados, envuelto en el desorden de aquellos almohadones, con una media sonrisa cincelada a los labios, Manuel González, se siente libre.

El argentino ahora duerme, tan apacible como la noche aun vivía. Era triste pensar que aquellos instantes pasarían a ser recuerdos en pocas horas. ¿Por qué debía terminar? ¿Es qué el tiempo no puede congelarse, volverse eterno, en esa habitación, en esa noche, entre esas sabanas…?

No, no sé puede. Y es que mañana, todo debía ser como antes. Se acurrucó contra la espalda de Martín y suspiró con los ojos nublados. “Hasta mañana, fleto-Martín”

(10:30 a.m.)

Es de día. Los rayos de sol descienden como escarcha sobre tus blancas mejillas, los regordetes petirrojos cantan fuera de la ventana. El fresco rocío ingresa de la mano del viento y ambos se cuelan dentro de la habitación, ¿qué traen consigo? ¿Es olor a tostadas... es eso suave dulce de leche?¡Hey no babees la almohada! Eso último, huele demasiado bien… ¿Mate? Abres los ojos precipitado, y tocas la cama buscando en ella el calor de tu amante. Se ha esfumado como su cuerpo.

Sí, Martín, así te despiertas.

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Cortito y natural O.o xD jajaja paulyy~~lo logre!! Wiiii~~~!!*salta por el lugar* :Ñ No te dire donde me inspire -///- xD te toca~te toca!