Clases a domicilio [Privado]

Caminaba algo asustado por las calles de aquella ciudad. Nunca habia salido de Europa, básicamente porque no sabia que habia algo más pasados los Urales, asi que ahora le habia sorprendido la cantidad de países nuevos que habían aparecido. La gente se la quedaba mirando a su paso y algunos le lanzaban piropos. Los humanos eran idiotas, ¿No podian reconocer en su grandiosa persona a un hombre? Lo que no sabia es que ahora mismo llevaba un vestido de color caramelo y una chaqueta vaquera encima.

Aunque la cuestion más importante era por qué se encontraba tan lejos de su amado mar Báltico, la respuesta era algo que ni él mismo hubiera imaginado, iba a dar clases para hacer pociones. No es que fuera muy bueno y lo que hacia era solo medicina, pero aun asi, preferia enseñar a la pequeña a hacer las cosas bien para que no dañara a la gente.

Se quedo delante de la puerta. No tenia llamador asi que no sabía como llamar a la casa e imaginaba que con los nudillos no lo iba a conseguir. De pronto dio con el timbre, con algo de miedo llamo y se quedo apoyado en la pared (no era tan idiota como para apoyarse en la puerta, ademas que el idiota era Escandinavia) para esperar a su alumna

Se encontraba ordenando todo de una manera algo histérica. Su casa estaba hecha un asco (literalmente), y no le gustaba que las visitas vieran todo su desorden. Su gato simplemente la miraba ir de un lado a otro, con su cola moviéndose en el aire y mirándola con un aire un tanto aburrido.

Cuando apenas estaba recogiendo las especias que tenía sobre la mesa, escuchó como tocaban a la puerta, y palideció un poco, poniéndose nerviosa. ¡Todavía no terminaba!

- I-I'm comming! - gritó en respuesta, terminando de desocupar a la velocidad de la luz la mesa y corriendo hacia la puerta. Cuando llegó, se acomodó la falda de su vestido y se limpió el sudor, fingiendo que no había pasado nada antes de abrir la puerta -. God evening, mr. Holbein - le saludó, haciéndose a un lado para que el otro pudiera pasar.

Cuando él miró el interior de su casa, un sonrojo se apoderó de sus mejillas y comenzó a jugar con el borde de su sombrero, nerviosa.

- L-lamento el desorden - dijo -, había e-estado practicando un poco.

No iba a lanzar ningun comentario sobre como estaba la casa. Si que era algo estricto con la limpieza, pero podia soportar el desorden hasta cierto punto, y la casa de la americana era soportable.-No es problema, Faith-la sonrio para que no se sentara mal. Se sorprendio un poco cuando le dijo que habia estado practicando. Pensaba en las consecuencias que podia hacer su pocion, sobre todo consecuencias desastrosas-¿Me puedes mostrar lo que estabas haciendo?-Por lo bajo empezo a rezar a la Diosa y a esperar que lo que se encontrara no le envenase.

Se llevo la mano a la bolsa que llevaba. Se habia traido los libros de Eskol, que seguramente lo sacarian de algun aprieto, aunque no es que supiera mucho danes, aunque podia intentar buscar algun traducctor, aunque lo dudaba ya que la lengua en la que estaban escritos era una mezcla de danes, sueco y noruego.

Sonrió como niña pequeña cuando le pidió una muestra de la poción que había estado haciendo, y sin dudarlo lo llevó hacia la cocina, seguida de cerca por su gato. Allí, en el centro de la habitación había un enorme caldero con una sustancia verde y algo pegajosa que burbujeaba por culpa del fuego.

- Es una pócima del olvido - explicó, para luego asomarse y mirar el contenido del caldero - ... o bueno, s-se supone que es una - balbuceó algo nerviosa.

Tuvo que retroceder cuando una burbuja explotó peligrosamente cerca de su cara. Un olor algo fétido inundó poco a poco la cocina, haciendo que tuviera que ir a abrir las ventanas. Realmente, era un asco para este tipo de magia...

Tuvo que sacar un pañuelo y ponerselo en la nariz y la boca para poder respirar algo.-Pues si que debe ser una pocion del olvido, porque se te ha olvidado hacerla.-Busco por la sala la tapa de la olla y la tapo, asegurandose de que ningun olor putrefacto saliera de alli y por precaucion apago el fuego-Tienes suerte de que una persona tan grandiosa como yo te ayude-Le ayudo a ventilar un poco la habítación ya que ese olor era demasiado insoportable.-Enseñame que has usado e intentare arreglarlo-Le sonrio un poco para darle algo de confianza.

Se sonrojó levemente por culpa de la vergüenza. Saber que hacías pociones desastrosas era una cosa, pero el que alguien más te lo dijera, era doloroso. Con un suspiro, le hizo señas para que le siguiera a la parte trasera de la casa. Allí tenía su pequeño invernadero, dónde cultivaba todas las cosas que iba a necesitar (puesto que no pensaba ir a comprarlas, salían muy caras.

- Usé algo de acónito, anís, fabuco, sangre de rata y una cola de lagartija - comenzó a decir, señalando todos los ingredientes que tenía sobre una mesita.

Miró al otro de manera algo nerviosa.

- ¿M-me faltó algo?