Room 400 [Privado]

Giró algo nerviosa la cerradura de la puerta de su cuarto.

Era la primera vez que un hombre entraba a su habitación... un hombre que no se tratara de sus hermanos, por supuesto. Aunque bueno, esa tampoco era su habitación del todo. Se asomó primero para ver si la húngara estaba por allí, pero al no verla, terminó por abrir la puerta y cederle el paso al danés. Una vez que este entró, cerró la puerta y señaló la cama que estaba pegada a la pared con una enorme ventana.

- Esa es mi cama - le dijo -, siéntate allí en lo que voy por el botiquín - ordenó, para luego darse media vuelta y caminar hacia el baño.

Cerró la puerta de manera lenta para que el otro no se diera cuenta, y una vez que lo hizo, cubrió su rostro con sus manos y ahogó un pequeño chillido. El otro le había dejado en claro que no dudaría en manosearla. Y aquello la ponía más que... nerviosa, ningún chico le había dicho eso de una manera tan directa. Se mojó el rostro y luego buscó el dichoso botiquín, sintiendo que se arrepentiría de esto de alguna manera u otra.

Tomó el botiquín y un par de botellas de agua para seguir limpiándole la sangre al pelirrojo, pero en cuanto salió del baño, lo primero que hizo fue toparse con la imagen de él desnudándose...

... esperen, ¿qué?

- ¡¿QUÉ DEMONIOS ESTÁS HACIENDO?! - chilló como nunca en su vida, y por acto reflejo le lanzó el botiquín a la cara.

Con el rostro rojo a más no poder se dio la vuelta y se cubrió la cara con las manos, como si eso fuese a impedir que la imagen del pelirrojo medio desnudo se borrara de su cabeza. Aunque ciertamente parecía haberse grabado con fuego sobre sus párpados, pues era lo único que lograba ver a pesar de mantener los ojos cerrados. Esto realmente era incómodo... y embarazoso.

Lo maldijo. Lo maldijo una y mil veces por tener razón. Lentamente se giró para fulminarlo con la mirada, evitando a toda costa observar su pecho... el cual estaba realmente formado y...

Se cacheteó mentalmente antes de seguir con esos pensamientos.

A paso algo robótico y lento, se acercó hacia él y volvió a tomar el botiquín. Le hizo un gesto con las manos para que se acostara en la cama, puesto que se encontraba mordiendo sus labios para no chillar o algo así. Su vista estaba centrada en el botiquín que estaba en una de sus manos, puesto que sabía que si volteaba a ver al otro, volvería a lanzarle la caja con medicinas. Maldijo de nuevo ser tan tímida.

- ¿D-dónde t-te duele más? - preguntó con balbuceos, jalando la silla que estaba en su escritorio para poder sentarse a su lado.

Asintió, para luego sacar un pequeño ungüento del botiquín. Tomó algo con sus dedos, y de la manera más suave y delicada que pudo, comenzó a untarselo sobre el enorme moretón del costado. Hizo una mueca al verlo así de herido. ¿Dónde demonios se había metido? ¿En una licuadora?

Una vez que terminó de ponerle la pomada allí, comenzó a ponerle un pequeño parche de gasa para que la crema surtiera efecto más rápido. Después, hizo lo mismo con los demás moretones que encontraba en el cuerpo de él.

- ¿Quién demonios te hizo esto? - preguntó, olvidando momentáneamente su enojo y timidez -. Deberías de reportarlos, o de lo contrario podrían lastimar a otra persona - farfulló.

Frunció más el ceño al escucharle, mientras que tomaba un poco de algodón y le ponía algo de alcohol.

- En ese caso, el director debería de hacer algo para que ellos no se vuelvan a meter aquí - continuó, sin dar su brazo a torcer. No le gustaba que lastimaran a los más débiles, aunque bueno, el danés no parecía ser para nada débil.

Se acercó a su rostro para pasarle el algodón con alcohol sobre la herida con extremo cuidado. Le vio hacer una mueca por el ardor y rió un poco, le recordaba a un niño pequeño haciendo esos gestos.

- Oh, vamos, no arde tanto. El dolor sólo está en tu cabeza, o eso dice mi abuelo - le regaló una sonrisa cariñosa, continuando con su labor de desinfectarle esa fea herida. Cuando terminó, le colocó un parche de gasa para que no se le volviera a infectar -. Con esto vas a estar mejor - dijo, tirando el algodón en el bote de basura.

- Oh, vamos, no seas una niña - dijo, dándole un golpe en el pecho sin querer. Cuando vio el gesto de dolor del otro, se espantó - ¡L-lo lamento, n-no fue mi intención! - se apresuró a decir, mientras que le sobaba.

Fue entonces cuando notó que el otro parecía tener dolor en otra zona del cuerpo. Preocupada, revisó nuevamente su pecho y sus brazos.

- ¿Dónde más te duele? - le preguntó, preocupada. Cuando él le indicó la espalda, un sonrojo creció por todo su rostro -. Hu-humm... ¿q-quieres que te d-dé un masaje? - sugirió, con la mirada agachada y jugando tímidamente con sus manos.

Una parte de ella se había alegrado al escucharle decir eso, pero su lado... "Humanitario" le decía que estaba mintiendo. Tal vez fuera porque tenía práctica al escuchar a su hermano mayor decir eso cada vez que terminaba lastimado por golpear a los chicos que la molestaban cuando era niña.

- N-nein, nada de eso - gruñó, empujándolo con cuidado (o bueno, no tanto, era algo brusca con sus movimientos por culpa de la timidez) de regreso hacia la cama -. N-no te irás de aquí ha-hasta que termine de curarte - balbuceó, con tono autoritario -, a-así que d-date la vuelta p-para que... t-te d-de un masaje - dijo eso último en un susurro, casi inaudible.

Tomó más del ungüento y se lo colocó en las manos, mientras que inhalaba profundamente para tratar de darse algo de valor.

Su rostro explotó, literalmente hablando, porque de un momento a otro pasó de ser un sonrojo normal a un rojo intenso.

- ¡C-cállate! - infló las mejillas en un gesto algo infantil - ... a-además te dije que quiero ser doctora, n-no enfermera, tonto... - farfulló, para luego mirar su espalda. Tenía un gran moretón en forma de línea que cruzaba toda su espalda. ¡¿Cómo demonios podía sentarse... o caminar?! Buscó la manera de acomodarse para hacerle masaje, sin encontrar una más que... - ... d-demonios...

Inhaló y exhaló profundamente, mientras que se colocaba encima de él de tal manera que no lo lastimaba. Demonios, esto sí que era vergonzoso...

- M-me dices sí t-te duele - volvió a balbucear, mientras que comenzaba a masajearle con cuidado, tratando de ponerle el ungüento en todo el hematoma.

Comenzaría a odiarlo si seguía haciéndola sonrojar de esa manera, lo juraba.

- ¡L-los pacientes no ha-hablan! - se quejó, haciendo algo de presión en la herida de su espalda a modo de venganza.

Después de eso, comenzó a masajearle con cuidado y delicadeza. De vez en cuando se ponía más ungüento para poder pasar sus manos por su espalda sin lastimarle. Lo miró totalmente relajado, y por un momento se preguntó si lo estaba haciendo bien. ¿Y si se aguantaba el dolor como siempre? Se inclinó un poco hacia su oído, apoyándose en la cama para no lastimarlo.

- O-oye... ¿y-ya no te duele? ¿t-te estoy lastimando? - quiso saber, preocupada.

Abrió los ojos, totalmente sorprendida al escuchar su respuesta.

- ¿E-enserio? - preguntó, sonrojándose más -, v-vaya... no soy tan mala después de todo - bromeó, soltando un par de risas y continuando con el masaje.

Realmente no le prestó atención a la hora, simplemente se dedicó a masajear con cuidado la espalda de él, procurando no lastimarle. Siguió untándole crema para aliviarle el dolor y que la hinchazón bajara pronto. No recordaba cuando fue la última vez que se había preocupado así por alguien, pero el pelirrojo le había caído... relativamente bien. Lo suficiente como para llevarlo a su cuarto y darle masaje.

- Hummm... ¿Bent? - le llamó, procurando pronunciar bien su nombre -. Tienes un acento curioso - sonrió -. ¿Eres sueco o algo así? - ladeó la cabeza, curiosa.

Parpadeó varias veces, algo confundida por la respuesta del otro. Se encogió de hombros y continuó con el masaje.

- Ja, soy alemana - sonrió un poco -. Nací en la capital, Berlín - dijo, algo apenada -. ¿Y tú? ¿Eres de Copenhague? - preguntó, curiosa. Normalmente los chicos que iban a la Academia provenían de la capital de su respectivo país. Los Vargas eran de Roma, el inglés era de Londres, el americano de Washington y el español de Madrid.

No tenía ni la más remota idea de porqué le hacía todas esas preguntas al menor. Tal vez era para pasar el rato o conocer más de él. Fuera la razón que fuera, se estaba divirtiendo un poco.

- Oh - fue lo primero que se le ocurrió decir, para luego sonreír como si se tratara de una niña pequeña a la cual le cuentan una nueva historia antes de ir a dormir -. Eso sí que es genial - comentó -, que tu hermano y tú hayan nacido en diferentes lugares pero que sean gemelos... sería algo lindo que contarle a los nietos - bromeó.

Se colocó por última vez ungüento en sus manos, puesto que ya no tardaba en terminar el masaje.

- Mi hermano y yo... somos aburridos. Creo - rió -. Nacimos en el mismo hospital con dos minutos de diferencia. Mamá pensó que yo tenía alguna enfermedad o algo así cuando nací, puesto que no lloré. Pero eso era porque estaba dormida - relató, sintiendo como sus mejillas volvían a colorearse. Esa era su anécdota más personal, pero por alguna razón no encontraba nada de malo el tener que contársela al danés.

Comenzó a balbucear cosas sin sentido al escucharlo. ¡Ella no le estaba mandando indirectas ni nada!

- ¡¿Q-qué demonios di-dices, tarado?! - se sonrojó con fuerza - ¡Y-yo no te estoy mandando nada! F-fue sólo un simple comentario - farfulló, inflando los cachetes en un pequeño puchero. El pelirrojo sí que era raro; parecía ser del tipo de gente que te violaba sin pensárselo, pero... era amable y agradable. Raro también, y pervertido. Negó con la cabeza y suspiró -. Debió de ser... algo difícil el parto de tu hermano - dijo. Según por lo que había leído en uno de sus tantos libros de medicina, era recomendable que el segundo bebé, en caso de ser gemelos, naciera cinco minutos después como máximo o podría hacerse daño.

Con otro suspiro se bajó lentamente de él, procurando no lastimarlo.

- Me iré a lavar las manos - le avisó.