Dance questo valzer? (Privado)

No tenía ni la más remota idea de porqué estaba allí.

Oh bueno, tal vez sí.

Se había enterado por medio de amenazas y palizas que la italiana se encontraría allí esa noche. No habían tenido un buen... "desenlace" en el Café Maid, y esperaba que aquí pudieran hacer definitivamente las pases. Con un gran suspiro, se acomodó la corbata y el saco, para luego entrar al bar y mirar a su alrededor. Todos estaban vestidos con lujosos trajes y joyas en la mano, pero poco les prestó atención. Se dedicó a buscar a la chica de cabello verde, no encontrándose con nadie vestido de traje con sus características.

Se desanimó un poco. Realmente había querido verla. ¿Estaría bien? ¿se habría enfermado? ¿seguiría siento tan mona y tsundereadorable como siempre? Sintió unos pequeños tirones en su cabeza, y notó que su rulo había comenzado a moverse. Enarcó una ceja, pero optó por hacerle caso y caminar hacia dónde él le indicaba. No tardó mucho en vislumbrar la barra, y menos al reconocer aquella suave y blanca piel que con orgullo, había sido el primero en tocar y besar.

Volvió a acomodarse la ropa, demasiado nervioso. Sabía que la chica lo recibiría con un golpe o un insulto, pero era mejor arriesgarse. Realmente quería estar con ella. Se acercó lentamente a la italiana, y una vez que estuvo tras de ella, le tocó con suavidad la piel del hombro.

Seguía tan suave como la recordaba...

- Ha-hallo - saludó, tímido.

Sonrió ampliamente al escucharla. Eso, en su cabeza, sonaba como un "¡Qué alegría que estés aquí! he estado día y noche pensando en tí~". Claro, a eso hay que agregarle el fondo rosa y brilloso junto con una cara moe por parte de la italiana(?).

- A mí también me da gusto verte - sonrió ampliamente, y se resistió el impulso de lanzársele para abrazarla con fuerza - Wie geht es Dir?* ¡Tenía tanto sin verte~! - canturreó, tomándole de las manos con delicadeza. De haber sido español, hubiera estado "fusososeando" desde hace un buen rato.

Su mirada la recorrió de pies a cabeza. Realmente se veía preciosa en ese vestido negro. ¡Incluso hasta se había puesto sostén! Tuvo ganas de llevarsela en ese instante a un lugar privado para volver a tener "un momento de adultos", pero sabía que la otra volvería a llamarle violador, así que se contuvo.

- ¿Qué haces en un lugar como este? - preguntó, curioso, para luego mirar a su alrededor con una amplia sonrisa en el rostro.

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Wie geht es Dir?: ¿Cómo estás?

Se encogió de hombros, restándole importancia al asunto.

- Pudes hacerlo, de todas maneras te esperaría afuera y te seguiría - respondió como si nada, con una enorme sonrisa -. Sólo vine aquí para verte, no pienso hacerte nada - todavía pensó en su cabeza. Pero de allí en fuera era honesto. No se había podido sacar a la italiana de la cabeza en semanas, y lo único que había deseado era poder volver a verla y escuchar sus insultos.

Su corazón latía contento cuando estaba a su lado, y aunque no tenía ni la más remota idea de a qué se debía eso, simplemente acataba lo que sus "instintos" le pedían. Y una de las cosas que le pedían era no perder de vista a la italiana ni por un segundo.

- Y bien~ - se sentó a su lado, ignorando sus reclamos -, todavía no me has contestado porqué estás aquí~ - sonrió, para luego pockearle una de sus mejillas como si se tratara de un crío o algo por el estilo.

Hizo un puchero al comprobar que la otra seguía sin hacerle caso ni responder sus preguntas. Le vio beber mucho, y aquello le preocupó. No es que fuese una de las personas menos alcoholicas del planeta, pero la italiana no parecía alguien capaz de soportar tanto alcohol de golpe. Pensando en una estrategia rápida tanto como para pasar más tiempo con ella como para sacarla de aquel líquido mortal, la sujetó con delicadeza de una mano y la hizo ponerse de pie.

- ¿Me permite esta pieza, fraülein? - preguntó con una sonrisa, aprovechando de que habían puesto música digna para un pequeño vals.

Esta era su oportunidad de oro, ¡y no pensaba desperdiciarla por nada en el mundo aún si la otra no quería!

Rió un poco al verla así. ¡Se veía tan mona con esa cara tsundere~! Tuvo unas infinitas ganas de abrazarla y de restregar su mejilla contra la de ella, pero sabía que la italiana era capaz de golpearlo y dejarlo en coma aunque estuvieran en "público", así que se abstuvo de hacerlo.

La sujetó con delicadeza al verla tropezar, no queriendo que se lastimara. La atrajo hacia su pecho con cuidado, aprovechando también para hacerla bailar de una vez... aunque bueno, en realidad ni estaban bailando, simplemente se movian de un lado a otro.

- Estás borracha - comentó, con el ceño levemente fruncido -. ¿No crees que lo mejor sería que te fueras a casa? - dijo, preocupado. No quería que se lastimara, o que alguien más le hiciera daño. Si era posible, él la acompañaría hasta su casa y la dejaría en su cama, sólo para asegurarse que nadie se atrevería a ponerle un solo dedo encima.

- Ebria - le corrigió, divertido. La sujetó con fuerza para dar otra vuelta y alejarse con sutilesa de la multitud, queriendo tener un momento a "solas".

Una vez que se cercioró de que nadie los escuchaba, se acercó a su oído para poder susurrarle, pero pareciendo que le besaba el cuello para que nadie sospechara nada.

- Vienes por un "encargo", ¿cierto? - murmuró, rozando sus labios contra la piel de ella -. Puedo ayudarte, estás muy borracha como para poder hacerlo sola - le acarició suavemente una de sus mejillas, aprovechando de la situación para poder tocar de nuevo su piel -. Si aceptas, prometo dejarte en paz de una vez por todas - susurró, con cierto dolor.

Pero debía de hacerlo si quería asegurarse de que la italiana estuviera a salvo. No le importaba tener que espiarla desde las sombras y estarla protegiendo de todo lo que tratara de hacerle daño. Era un pequeño sacrificio.

Soltó un suspiro. Bien, podía tener toda la paciencia del mundo, pero hasta el mundo tenía su límite. La sujetó con firmeza del brazo, impidiendo que siguiera con sus intentos fallidos de escape.

- Bien, lo haré, quieras o no, ¿entendido? No dejaré que te lastimes o algo así. Acepta de una jodida vez que estás borracha y que te pueden matar - gruñó, ligeramente molesto. Una vez que ella dejó de moverse, se acercó nuevamente a su oído, sin perder su imagen de la pareja perfecta - ¿quién es el infeliz? Si me mientes, mataré a todos hasta dar con él, así que más te vale decir la verdad.

... y sí, ese era uno de los motivos por los cuales nunca conseguía pareja. Pero debía de ser así, puesto que era la única forma de hacer que la italiana entendiera de una vez por todas que no podía hacer eso sola, menos en el estado en el que se encontraba.

Rió un poco, aunque realmente le había dolido el comentario de la italiana. No le gustaba que siguiera pensando eso de él... aunque bueno, se lo merecía después de haberla violado. Aunque si lo pensaba seriamente, ella había sido la que lo había atacado al principio en el callejón, por lo que lo otro debió de ser su venganza...

Frunció levemente el ceño, pensar mucho realmente no era lo suyo.

- Bien, esto será como pan comido - dijo, mirando fijamente al tipo que la otra le había señalado. Sonrió ampliamente cuando una idea cruzó por su cabeza - ... aunque~ creo que necesitaré un beso de buena suerte~ - canturreó, y antes de que la otra pudiera reaccionar, le dio un rápido beso en los labios.

Soltando un par de risas dio un brinco para alejarse de ella y evitar que le soltara un golpe. Sólo esperaba que al dejarla sola no le pasara nada.

Soltó un suspiro, mientras que se acercaba disimuladamente a una esquina oscura, procurando que nadie lo estuviera mirando. Aunque aquello no era difícil, puesto que todos se encontraban entretenidos con el vals o jugando póker.

Sacó un pequeño botecito de su saco, seguido de una jeringa. Siempre cargaba con cosas como esas por "si la ocasión lo ameritaba". Sus años de guerras y constantes enfrentamientos le habían enseñado a no salir de su casa sin estar antes armado. Llenó la jeringa con aquel potente paralizante, para luego ocultársela en una de sus mangas. De manera tranquila y despreocupada, pasó a un lado del gordo ese que reía de manera burlona y grotezca. Fingió tropezarse, y mientras que los guardias lo empujaban y amenazaban, aprovechó para pincharle al gordo en la parte trasera del cuello, justo en la vena que conectaba al corazón con el cerebro. Pidió disculpas y se retiró de allí, y una vez que estuvo lo más lejos posible, notó como el tipo se desmayaba.

Sonrió. Todos pensarían que estaba durmiendo, pero él sabía que en ese instante ya debía de estar muerto. Se limitó a reír un poco y a tirar la aguja en el bolso de una anciana frívola que fumaba por allí, procurando claro, de no haber dejado ninguna huella. Aunque tampoco era como si fueran a reconocerlo, no había registros de él en ninguna parte debido a su condición como ciudad. Nadie debía de saber de ellos, de una manera u otra.

A paso lento y procurando que nadie lo viera, se acercó a la italiana y la acorraló contra el pilar, usando uno de sus brazos e impidiendo cualquier ruta de escape.

- Y bien~ ¿qué tal estuve? - preguntó, sonriente.

Le miró con una amplia sonrisa, algo inocente y hasta se podría decir que digna de un niño pequeño. Notó la daga sujetada a su pierna, y con un par de risitas sujetó la mano que tenía en su muslo y aprovechó para darle una suave caricia.

- No planeas lastimarme, ¿cierto? - preguntó, curioso. Ladeó la cabeza y mantuvo su sonrisa inocente -. Pronto se darán cuenta de que él está muerto, y si me atacas, sospecharán de ti y no dudarán en matarte. Así que~ ¿por qué no mejor aprovechamos en lo que esos orangutanes notan que el gordo está muerto y vamos a beber algo~? - canturreó, y nuevamente, sin que ella pudiera poner objeción alguna, la arrastró hacia la barra.

Pidió dos martinis, a lo que el camarero se los entregó de inmediato. Él por su parte sujetaba una de las manos de la italiana para que no escapara.

- ¡Brindemos por... nosotros~! - bromeó, alzando su copa y esperando a que ella hiciera lo mismo.

- Ahahahaha~ - se medio rió al sentir el fuerte apretón en su mano. Un par de lagrimitas se asomaron por sus ojos, pero se tragó el dolor, al mismo tiempo que se terminaba su copa de martini.

Pidió otra al cantinero, esta vez una magarita. Tenía que emborracharse tan siquiera un poco para poder soportar todo el dolor que la otra le haría pasar esa noche.

- Oh, vamos~ no finjas que no te atraigo - bromeó, divertido. Soltó un par de carcajadas al ver su mirada asesina, aunque claramente notó un leve rubor. Esperaba y no fuera por el alcohol -. Puedo llegar a ser alguien agradable si me lo propongo~ pero tú no me das la oportunidad - hizo un leve puchero.

Cuando llegó su trago, sujetó el vaso libre y se dedicó a darle un par de sorbos, sintiendo que el alcohol era su anestecia perfecta para el dolor de su mano. Suerte que era zurdo.

Frunció el ceño al escucharla. Realmente comenzaba a molestarle que le llamara violador a cada rato.

- Para empezar, tú fuiste la que me atacó ese día. Claramente te dije que no tenía ni la más remota idea de a qué te referías con lo de las cajas y me fui sin hacerte nada más. Lo que pasó en el hotel... - desvió la mirada levemente - se podría considerar como una venganza. ¡Pero si nos hubiéramos conocido de otra manera, yo nunca te habría lastimado! Y no lo volveré a hacer, porque...

Y allí fue cuando se mordió la lengua para dejar de hablar. No podía decirle algo como "te amo" o "te quiero", puesto que la otra lo odiaba, y le dolía mucho su rechazo. Chasqueó la lengua y tomó un gran sorbo de su bebida, como si con esta pudiera aliviar todas sus culpas.