Unter Sonnenicht [Privado]

Sonrió de lado, mientras que una venita volvía a resaltarse en su frente y fruncía el ceño. ¿Qué acaso él no entendía las indirectas? Tal pareciera que no. Nunca, ni en cien millones de años, compartiría la cama con ese danés idiota. Nunca, ni aunque su vida dependiese de aquello. Había estado guardando aquella primera vez para el hombre que lograse robarle el corazón, y lo seguiría haciendo aunque eso significase morir virgen.

Se sonrojó un poco ante ese pensamiento, mientras que se apartaba un poco del danés. Le incomodaba tenerlo tan cerca.

- Ya te dije que no iré a ningún lado contigo - se limitó a responderle, molesta. Se comenzó a colocar algo de bloqueador en los hombros y el cuello, no queriendo que el sol dejase la marca de los tirantes sobre su pálida piel.

Miró fijamente hacia al frente, perdiéndose en sus pensamientos, con tal de olvidar que el otro se hallaba a su lado con aquella sonrisa digna de todo un francés. Claro está, no se dio cuenta de que sus manos bajaron hasta el nacimiento de sus pechos para comenzar a untarse bloqueador allí también.

Me pregunto si el agua no estará muy fría... Pensó, colocándose más bloqueador en aquella zona de sus senos, sin notar la mirada que el danés ponía ante sus acciones inocentes.

- Si me quedé, es porque pienso disfrutar de mis vacaciones, idiot - respondió aún sin voltear a verle, mientras que se terminaba de poner el bloqueador en sus pechos.

Se estiró un poco, haciendo sonar los huesos de su columna, para luego soltar un suspiro más relajado. Bien, lo había decidido. Nadaría un poco para relajarse de toda la tensión que había sentido en esos últimos meses por culpa de sus jefes y del estrés que le causaba el tener que soportar al danés.

- ¿Difíciles? - enarcó una ceja, volteándo a verle al fin -. Mira, estoy harta de discutir contigo, al parecer tu cerebro de pollo no capta lo que te digo - frunció el ceño - Piensa lo que quieras, ¿oíste? Pero yo no iré a ningún lado contigo, nunca, jamás, ni en un millón de años, ni aunque el cielo se caiga, ¿comprendes? - se puso de pie, sacudiéndose las piernas para quitarse la arena que tenía en ellas, y sin decir nada más comenzó a caminar hacia el mar.

Respiró hondo cuando sintió el agua fresca mojarle los pies, y comenzó a introducirse más y más en el océano. Cuando el agua le llegó hasta la cintura, se quedó quieta, contemplando el paisaje que tenía al frente con una sonrisa. Claro está, no se dio cuenta de que el otro había optado por seguirla...

Había cerrado los ojos para poder disfrutar mejor del agua a su alrededor... hasta que de pronto, una voz le hizo pegar un brinco y casi resbalarse. Se giró, sólo para mirarle de una manera que hasta al mismisímo Rusia le hubiese dado miedo. Contó nuevamente de manera mental, sólo que esta vez incrementó el número hasta el infinito. El danés era peor que una pulga.

- ¿Q-qué......? Tsk, olvidalo - se cruzó de brazos, mirándo hacia otra dirección que no fuese el chico. Caminó unos cuantos pasos más, queriendo mantener una distancia prudente entre los dos - ¿Qué demonios te hice como para que me sigas de esa manera, eh? - preguntó al fin, después de un largo rato de silencio y sin mirarle.

En realidad, la pregunta que quiso haber dicho fue "¿Qué hizo para merecer esto?". Había hecho sus labores matutinos como siempre: Recoger el tiradero que sus hermanos dejaban en la casa, bañar a sus cachorros, darles de comer, lavar la ropa, organizar las cosas para cuando sus vacaciones terminaran, dejar la comida lista para sus hermanos... ¿Acaso había hecho algo malo? ¿Acaso el karma venía por ella... de nuevo?

Soltó un suspiro. Había perdido la cuenta de cuantas veces había suspirado de aquella manera en el día. Comenzó a sobarse las sienes, esperando no tener algún dolor de cabeza más al rato.

- Nein, no puedes - respondió, con el dolor de cabeza creciendo más a cada momento.

Lo empujó con el codo, queriendo mantener la distancia que había impuesto entre sus cuerpos. Le molestaba tener a alguien tan cerca que no fuese de su familia -Múnich no contaba-. ¿Acaso el danés no sabía que era "el espacio personal"? ¡Ya se parecía a los prusianos acosadores de regiones vitales....! ... o a Dustin.

Tembló de sólo recordar a su hermano mayor.

- Mira, te hago un trato, ¿sí? - dijo, casi con un tic en el ojo, pero tratando de sonar lo más amable posible -. Si me dejas tan siquiera una hora sola, iré contigo a donde quieras más al rato, ¿aceptas? - preguntó, tendiendole una mano como queriendo "cerrar" su trato.

Claro está, eso no era más que una trampa para mantener al pelirrojo el suficiente tiempo alejado y poder escapar. Tal vez regresaría a casa, o a lo mejor se iría a quedarse unos días en casa de Budapest o Viena. Todo con tal de perder para siempre al danés.

Su rostro se encendió cuando el otro rodeó su cuerpo con uno de sus brazos. El espacio entre ellos era casi nulo, y eso hacía que sus nervios estuviesen a flor de piel y la adrenalina se disparara por cada una de sus venas.

Realmente, el contacto físico no era lo suyo.

- ¡¿A-ah...?! ¡Y-yo no tengo n-nada a lo qué c-ceder, idiot! - apartó la mirada, avergonzada. La sonrisa del danés le ponía los vellos de punta y aquella mirada penetrante... Negó con la cabeza, negándose a tener aquellos pensamientos tan extraños - ¡Suéltame ya! - gritó, forcejeando contra su agarre con tal de volver a quedar libre.

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Ando fail... y a las carreras(?).

-Joo~ qué aguafiestas...- Hizo un puchero, fingiendo tristeza, pero sin deshacerse del tono divertido en ningún momento. Claramente, estaba disfrutando de aquello. Le costaba un poco mantenerla "controlada", pero a pesar de todo, seguía siendo más fuerte que ella.

Al ver que la otra se cabreaba más, decidió finalmente soltarla, o de lo contrario, sabía que se ganaría otro puñetazo en el rostro... o quizá un poco más abajo...

Continuó observándola entretenido desde su lugar, guardando sus manos en los bolsillos como para decirle de aquella manera que se tranquilizara un poco, que no le haría nada... por ahora.

Tan pronto se sintió liberada del agarre del otro, se apartó lo más que pudo de él. Genial, su plan había fallado, lo cual significaba que el danés no se le despegaría aún si le disparaba en una pierna. Tomó un poco de agua entre sus manos y se la echó en la cara, como si eso fuese a bajarle un poco el dolor de cabeza.

- Necesito una cerveza... - pensó en voz alta, hablando consigo misma.

Se dio media vuelta y comenzó a regresar a la orilla, pensando en ir a recoger nuevamente sus cosas y caminar hacia la taberna más cercana. Poco le importaba si el danés le seguía o no. Estaba segura que él sólo quería molestarla para poder tener una pelea con sus hermanos. Lástima para él, puesto que ella nunca iba de "llorona" con los prusianos o los demás alemanes. Le habían enseñado a valerse por sí misma y no depender de los demás... aunque claro, si Múnich se enteraba que el danés la tocó, lo más seguro es que le cortaría la cabeza... o lo castraría.

Una vez que metió sus cosas dentro de su mochila, se vistió su pequeño short y comenzó a secarse el resto del cuerpo con su toalla. En su mente sólo se repetía la palabra "cerveza", lo cual le daba las fuerzas suficientes como para seguir de pie.

-¡Buena idea! Yo también- Exclamó tan pronto oyó a la otra. La vio retirarse, y él esperó a que se alejara unos pocos pasos para seguirla, con sus manos todavía guardadas en los bolsillos. Mientras que la otra se ponía a recoger sus pertenencias, él decidió hacer lo mismo con las suyas, que tan solo consistían en una toalla y una camisa de botones color roja, como su pantaloneta, y con algunos diseños tropicales sobre la tela.

La siguió cuando se dispuso a irse, y mientras tanto, tarareaba una canción en su idioma natal, solo para fastidiarla más.

Escuchando al otro tararear, el dolor de su cabeza aumentó más. Le sorprendía el hecho de no haberse desmayado... o el haber agarrado a golpes -de nuevo- al danés.

- ¿Puedes... parar tan siquiera un maldito momento? - pidió, volteándole a ver con expresión adolorida. Sentía que su cabeza estallaría... literalmente hablando -. De verdad, te lo agradecería mucho - entrecerró los ojos y siguió caminando, logrando ver una taberna no muy lejos de dónde se encontraban.

Casi arrastrándose, llegó al interior del local, dónde habían surfistas y uno que otro turista bebiendo alegremente una buena jarra de aquel líquido ambarino que lograba hacerle agua en la boca. Ignorando las miradas de los hombres sobre su cuerpo, se acercó a la barra y llamó la atención del cantinero.

- Una jarra de cerveza bien fría, bitte - murmuró con los ojos cerrados y sobándose las sienes. Tomó asiento en uno de los bancos que había allí, y ocultando su cabeza entre sus brazos, esperó a que llegase su pedido.

Aún con la cabeza oculta, notó que el otro se sentaba a su lado y pedía lo mismo que ella. De verdad, ¿el danés no tenía otra mejor cosa que hacer? como por ejemplo, ¿molestar a alguien más?

El cantinero no tardó mucho en traerles sus pedidos - se le hacía algo extraño pensar en plural, más si se trataba del pelirrojo -, y, levantando la cabeza con algo de esfuerzo, tomó su jarra y no dudo en llevársela pronto a los labios. Tan pronto aquel líquido fresco bajó por su garganta, sintió que todos sus malestares desaparecían. En cuatro grandes tragos, se terminó su vaso, el cual dejó con cuidado en la barra mientras que soltaba un suspiro satisfecho.

Olvidando por completo que estaba en un bar de puros hombres, y que el idiota del danés estaba a su lado, no dudó en pedir otra jarra. Sonrió ligeramente, pensando que ese día estaba mejorando... un poco.

Mientras que bebía su nueva jarra de cerveza, no pudo evitar escupir lo que tenía en la boca al escuchar al cantinero, y más cuando el otro estúpido e idiota aseguró que eran pareja. ¡¡ESO NI MUERTA!! gritó en su cabeza, mientras que su rostro recobraba el color y se sonrojaba como nunca en su vida. ¡¿Pero qué demonios le sucedía a ese tipo?! ¡Primero la manoseaba, luego la acosaba, y ahora salía con que eran pareja cuando ella no lo soportaba ni por un mísero microsegundo!

Estuvo a punto de gritarle cosas al danés. Cosas no aptas para "señoritas" como ella. Hasta que de pronto, una mesera pasó a su lado y el pelirrojo prácticamente se puso a babear como perro en celo. Rodó los ojos, tomando otro trago de su cerveza. Realmente, todos los hombres eran iguales, simplemente se fijaban en los "atributos" de las chicas, y cuando una nueva "presa" llegaba, simplemente desechaban a la otra como si fuese un juguete más.

Frunció un poco el ceño al notar que ella tenía ese problema. Ningún hombre la miraba a los ojos, siempre terminaban con la vista en sus pechos. Suspiró, algo triste, para luego ponerse de pie y sacar su cartera.

- Tenga, quédese con el cambio - le dijo al cantinero mientras que le daba su parte de la cuenta. Este le preguntó que si no iba a pagar la de su "amigo" también -. Nein, que él se las arregle solo - le dijo, para luego tomar sus cosas y salir del local, aprovechando que el danés estaba entretenido con la camarera.

Cuando el viento fresco le golpeó con suavidad el cuerpo, notó que ya no tardaría mucho en anochecer. Sonrió un poco, más relajada, y se encaminó hacia la ciudad en busca de algún café o restaurante dónde podría cenar algo y después regresar a su cuarto de hotel.

Su calma y tranquilidad se fueron tan pronto como llegaron. Suspiró por enésima vez, totalmente cansada. Detuvo su andar y se giró nuevamente para poder darle la cara al otro.

- Mira... errr... ¿Bent? - murmuró, no recordando bien su nombre -. Estoy muy cansada y lo único que quiero hacer ahora es dormir, ¿de acuerdo? ¿Qué te parece si regresas con la mesera esa? Creo que ella te necesita más que yo - murmuró, mientras que agitaba las manos como si estuviese alejando a un perro de su lado.

Lo único que quería era llegar al hotel, darse una buena ducha, pedir el servicio al cuarto y ver la televisión mientras que esperaba a que el sueño se apoderase de su cuerpo. Ya no tenía las ganas ni los ánimos para soportar al otro, y esperaba que simplemente le cumpliera aquello.

Se cruzó de brazos, esperando "la condición" que le pondría el danés. Sabía, a pesar de haberlo conocido hace menos de 24 horas, aquel "pero" no sería muy favorable para su persona.

Sin embargo, la condición nunca llegó, puesto que el celular del otro comenzó a sonar. Enarcó una ceja, confundida ante el repentino cambio de humor del otro, y cuando colgó, la dejó todavía más sorprendida el hecho de que se fuese corriendo de aquella manera... hasta que se detuvo de golpe y gritó aquello.

Tardó en procesar aquellas palabras, y una vez que lo hizo, su rostro se encendió, literalmente hablando. ¡¿Una cita?! ¡¿qué acaso estaba loco?! ¡Nunca iría a cenar con él o algo por el estilo...!

... además de que el muy estúpido nunca le dijo dónde y cuando.

Se sonrojó más ante aquellos pensamientos, y palmeándose las mejillas se encaminó hacia el hotel, dispuesta a relajarse de una vez por todas.